¿A quién no le ha pasado? Vas con vestido, bajas la escalera del metro y de pronto, una brisa se levanta y te deja como Marilyn Monroe. Mientras, tú te tapas para que nadie te vea el alma, como diría mi mamá. ¡Vergonzoso!, ¿no? Pero es peor que ese mismo vestido se abra en un lugar que no precisamente es el cierre.
A veces la ropa nos juega una mala pasada, dejándonos en plena vía pública con nuestro cuerpo más expuesto de lo que realmente queríamos.
También es horrible cuando se te sale el fierrito del sostén (que no sé por qué se llama 'barba') y comienza a apuñalarte. Lo peor es que sucede cuando vas caminando, sin la privacidad de introducir tu mano y quitarlo. Entonces, ese dolor incómodo se hace peor cuando te encuentras con alguien y ¡obligada a sonreír!, mientras tu pecho sufre porque está siendo pinchado.
¡Y ese pantalón que se rompió justo en el lugar menos deseado! Sí, ahí, en la entrepierna. ¡Rayos! Pero no ocurrió por su mala calidad, si no porque nos dimos de gimnastas y abrimos las piernas más de lo debido. ¡Adiós costura, hola ropa interior expuesta! (ojalá que esto te pille depilada).
Los tacos también son veleidosos y (aunque no me ha pasado) una vez una señora se quedó atrapada en una rejilla de ventilación. Aunque su pie quiso seguir avanzando, no lo logró: su taco se quedó en allí y ella se fue coja. ¡Y el infaltable clásico adolescente! cuando por uso excesivo, los zapatos de colegio se abrieron y se pusieron a 'conversar' (diría mi mamá). ¡Peor si te pasaba en el colegio! Todos tus compañeros te hacían bullying.
A veces, si bien es linda la ropa rajada (como los jeans), es una lata que se te rompa y especialmente si lo hace en un momento poco oportuno. Una se preocupa de lavarla delicadamente - como dice la etiqueta -, plancharla y guardarla, pero de la nada decide traicionarte y dejarte expuesta. Todo porque se te ocurrió tirar de aquel hilito que se asomaba y ¡ops!, un lindo tajo quedó.
Cuidado al caminar, que la ropa se puede romper y hacerte pasar más de un mal rato.
Imagen CC[javism]