Todos los hombres lo dicen: las mujeres hablan hasta por los codos. Decimos muchas más palabras al día que ellos y en verdad, en muchas ocasiones ¡hasta hablamos mejor que ellos!, pero conversar con la TV, ¿no será mucho?
Estoy completamente sola en casa, llega mi marido y pregunta: '¿con quién hablas?'. 'Con nadie amor' —respondo— '¡Pero te oí conversando!'; ¿Te suena familiar? Gran parte de nosotras lo hace incluso sin intención. Tenemos ese “don” característico y a veces involuntario que nos mueve a opinar respecto a una postura si va en contra de nuestros ideales, o simplemente la comentamos con el único afán de que se conozca nuestro pensamiento. Y esto ocurre ¡aún cuando sabemos que no nos pueden contestar!.
De esta manera, cada noche al ver las noticias, me encuentro discutiendo con Bianchi o Guarello sobre asuntos deportivos y socioeconómicos, dado que son los únicos que libremente opinan de las finanzas y deporte en una misma frase.
Admito que no puedo callarme frente a una noticia que me escandalice: como el ébola en Europa o el asesinato de la niña que supuestamente tenía un demonio. Esas cosas me exaltan al punto de reclamarle a la TV y dar un discurso de esos que te desahogan todo el estrés del día.
También existen en el área dramática momentos de alta tensión, donde la protagonista está a punto de ser asaltada y tú le gritas: '¡no, no entres ahí!' Pero obvio, ella entra y le disparan. Lo mejor de este delirio es que siempre que hablas tienes oportunidad de oírte, lo que refuerza tus conceptos y opiniones. Si hay gente cerca, aunque te miren con cara de locos, recordarán lo que has dicho, cosa que permite nuevos temas y fomenta la comunicación. Además, siempre es bueno saber qué haría el otro en un caso anómalo.
Y tú ¿hablas con la TV?
Imagen CC: David Ross