En televisión siempre muestran la bella decoración con que en algunas casas gringas (y también chilenas) celebran las vísperas navideñas. Y lejos, lo que llama más poderosamente mi atención son las luces. Dicen quienes invierten grandes cantidades en iluminación navideña que lo hacen para alegrar a los niños; no obstante, yo creo que no se limitan a eso. ¡Llenan de espíritu navideño a barrios completos!
Soy creyente y esta época me parece muy bonita, porque inspira a la reflexión, paz y alegría. La energía que nos rodea es muy positiva, perfecta para despedir un ciclo y renovarnos iniciando otro con la mejor vibra. Y debo decir que uno de mis placeres es reflexionar sobre lo que nos deja el año saliente mientras contemplo las luces parpadeantes y multicolores de mi árbol navideño. Y esto me deja una sensación mágica en el alma. Me concentro mejor en aquello que deseo conservar, las experiencias que rescato y lo que no quiero que se repita.
En esta Navidad, por segundo año consecutivo, mis luces han fallado. Sólo está mi árbol opaco, con sus decenas de esferas multicolores que reflejan la luz ambiente. Infinito puchero para mí. Sólo me queda conseguir otras para así abandonarme al sublime disfrute de contemplar sus destellos.
Y ustedes, ¿también aman observar las luces navideñas?
Imagen CC terren in Virginia