Infaltable en nuestro closet es tener prendas de color blanco que siempre nos sacan de apuros e iluminan hasta el más oscuro de nuestro outfit.
Sin embargo, el cuidado de este tipo de vestuario es mucho más delicado debemos ser algo más cautelosas cuando llevamos ropa de este tono.
Porque ¿hay algo más horroroso que cuando te manchas esa blusa blanca maravillosa? Sopas, helados, salsas, pasto ¡absolutamente todo! lo que contenga color se vuelve un arma letal cuando estás con una prenda de este tono. Al momento en que cae una gotita de comida, viene la frustración para tratar de ingeniártelas respecto a cómo sacarás esa maldita mancha llegando a tu casa.
También por culpa de los desodorantes, las poleras, polerones y blusas van tomando ese feo color amarillento en el zona de la axila. Lo peor es que algunos podrían pensar que es suciedad ¡y no! Es que los químicos de ese producto de higiene hacen que se manche la zona en un tono que luce cochino, mal.
Finalmente: el smog.
Desde que llegué a vivir a Santiago, me he dado cuenta de que la ropa blanca después de un tiempo “deja de ser tan blanca” y toma un tono opaco, como entre café y gris. Aunque le ponga cloro, detergente, bicarbonato y miles de productos a la hora del lavado nunca vuelve a ser como antes, snif.
Definitivamente aquí no hay mucha solución más que tratar de seguir probando con nuevas opciones de lavado y seguir tratando de cuidar al máximo esas bellas y salvadoras prendas color blanco.
Imagen CC Nuria Villa Vicente