La otra noche antes de dormir, me puse a conversar con mi almohada sobre algo que me ha despertado preocupación en el último tiempo. Se trata de mis relaciones con las personas de mi entorno, además de aquellas que ya no están, pero fueron muy importantes en algún momento.
De ahí, tuve una sensación de desequilibrio que me permitió darme cuenta de que algunas de esas personas ya no están porque yo misma las alejé. El motivo se debe a que simplemente: la jodí. Luego de eso pude hacer números y conté dos, dos que no se merecen que haya desaparecido sin explicación alguna.
Como siempre, no me quede tranquila, ya que odio tener esa sensación de que le “debo” algo a la gente. Esto de ser mal agradecida nunca se me ha dado muy bien pero, sin quererlo, caigo en eso a veces…
Tras pasar unos días pensando en el tema, decidí que lo mejor es acercarme para aliviar pronto este sentimiento incómodo que me hace sentir mal, eso es lo que haré… Es lo mejor, y aunque 100% no esté segura de que me las quiera volver a encontrar, es lo que corresponde. Nadie nos enseña realmente a dar la cara hasta que nos damos cuenta de que debemos hacerlo.
Esto también va porque he pasado por esa etapa de extrañar una disculpa, o el ver la cara de alguien que fue importante por última vez. Mi caso es algo totalmente arreglable, una tontera, pero que de todas maneras quiero solucionar. Cuando a mí me pasó, y esa persona no fue capaz de dar la cara, me dejó la peor impresión hasta el día de hoy.
Por eso, antes de dejar pasar tanto tiempo para acercarse a ese alguien que no tiene por qué sufrir las consecuencias de tu inmadurez, empieza por pensar antes de actuar y mencionarte a ti misma el cómo te habría gustado que la situación fuese en tu caso. Estoy segura de que la primera imagen es la de afrontar las cosas en su tiempo e instante precisos.
Imagen CC Alex Abian