Casi llega marzo y con él, la vuelta a clases. Sea que estudiemos en la universidad o tengamos hijos en edad escolar, este evento - aún cuando lo afrontemos con optimismo - generará un incremento en nuestras responsabilidades cotidianas (además del gasto mensual, obvio).
Así es, porque quienes trabajamos y estudiamos a la vez, tendremos que repartir nuestro tiempo entre las obligaciones académicas y profesionales. Se acaba la ida a casa tras una agotadora jornada laboral, para descansar y ver la teleserie: ahora habrá que estudiar, preparar trabajos e ir a clases. (¡Ánimo, que es por una buena causa!).
Si la universidad es nuestra única ocupación, de todas formas extrañaremos el entrañable asueto, las tardes de hacer nada, dormir infinitamente y dedicar tiempo a una misma. Ahora, el calendario académico, los libros, apuntes, solemnes y exámenes empezarán a consumir nuestra vida (También es por un noble objetivo, así es que ¡a echarle ganas!)
Finalmente, si tenemos hijos, sumamos al trabajo y estudio las obligaciones escolares que ellos tienen. Sí, porque aquello de que la jornada escolar completa terminaría con las tareas para la casa, no pasó de ser un cuento de hadas: aún las traen y en cantidades industriales. Además, hay que considerar la infaltable reunión de apoderados, citaciones porque no se abrochó un botón, conversar con el profesor porque olvidó la goma - estos últimos puntos, en horarios laborales - y un sinfín de etcéteras. (La meta, en todo caso, es la más importante: una buena educación para quienes más amamos).
Si a todo lo anterior, sumamos la compra del uniforme, ropa de otoño / invierno, lápices, cuadernos, libros, apuntes, materiales varios, fotocopias y pago de mensualidades, entenderán por qué, aún cuando los fines sean de lo más loables, marzo y la vuelta a clases son ciertamente ¡angustiantes!
Y a ustedes, ¿también se les apareció marzo? Si es así, ¡ánimo para todas!
Imagen CC John Althouse Cohen