El 3 de marzo recién pasado, mi tía y yo estábamos haciendo vigilia frente al volcán Villarrica, ya que vivimos muy cerca de él y sospechábamos que si explotaba no escucharíamos las alarmas. Pues, ¡dicho y hecho!.
De un minuto a otro vimos cómo el macizo pasó de ser una bella postal a un símbolo de terror. Vimos desde la primera fila (nuestro patio, que al día siguiente sería decretado zona roja) esos impresionantes seis kilómetros de fuego, lava, calor y humo. ¡Para no olvidar!.
Bajo el miedo de lo que teníamos enfrente, tuvimos que despertar a toda la familia y ser lo suficientemente cautas para no sembrar pánico en mi sobrino pequeño (de 4 años) y en mi abuela. Gracias a Dios que en la tarde ya habíamos cargado el auto con el kit básico de emergencia: agua, frazadas, linterna, una muda de ropa, radio, pilas y algo de comida. Fue así como todos nos subimos al vehículo - incluyendo a nuestros queridos perros - y arrancamos hacia la zona segura, admirados de la imprudencia de la gente que subía por camino al volcán para tomarse una selfie.
Una vez que llegamos al perímetro de seguridad, caminamos sin parar por cerca de 3 kilómetros - en subida - hacia “La Península”, donde por fin pudimos dar un respiro para sentarnos y beber un poco de agua.
A las 6 de la mañana había mayor calma, pero nosotros no teníamos donde ir: el camino hacia nuestro hogar estaba cerrado y la Municipalidad no disponía de ningún albergue habilitado.
Finalmente, - y tras otro par de horas de espera en el auto - pudimos regresar a casa, comer, descansar y alistar otro par de cosas básicas. Estar ahí era muy peligroso, razón que nos llevó a refugiarnos por las noches en un lugar seguro y volver durante el día para resguardar nuestro hogar. Esto, porque más de un amigo de lo ajeno aprovechó la ocasión para hacer de las suyas.
Como experiencia, sólo puedo decir: confiemos en nuestras corazonadas, en tanto seguimos desarrollando la cultura de evacuación. He comprobado que por más que prometan una alarma de alerta, ésta podría nunca llegar.
Y tú, ¿has vivido situaciones de peligro? ¿Qué aprendizaje te dejó la experiencia?
Imagen CC Kalvicio de las Nieves