Triste, pero cierto: las redes sociales son culpables del quiebre de muchas relaciones Y la historia que contaré ahora, es lamentable, pero creo que a muchas les ha ocurrido algo similar.
Se trata de una amiga - apodémosla "Fabi", ya que como es top secret, no puedo colocar su nombre real -, quien llevaba más de 3 años con su pololo. Era una relación tan linda y envidiable, que parecía no tener ningún tipo de problemas: siempre estaban juntos, eran muy cariñosos entre ellos y además, Fabi siempre me contaba sobre lo plena que se sentía desde que él estaba en su vida. ¡Angelina Jolie y Brad Pitt eran nada al lado de ellos!.
Un día, Fabi llegó con una cara de tres metros a clases. Le pregunté que ocurría, por lo que me llevó corriendo al baño. A su pololo se le había perdido el celular y, por esas casualidades de la vida, un amigo suyo (y mío también) lo había encontrado tirado en un parque. Obviamente, se lo entregó para que ella lo devolviera.
A mi amiga le temblaron los dedos por revisar el teléfono. Siempre había predicado sobre la importancia de la privacidad de cada quien y lo feo que era revisar las redes del otro, pero la curiosidad pudo más. Aparte, ellos estaban atravesando una "mini-crisis" y Fabi tenía dudas que aclarar.
Y ahí estaban: las fotos sensuales de una mujer desconocida en una conversación de Whatsapp con su pololo. Lo peor no era lo anterior, si no los textos que él le enviaba: "Qué linda te ves vestida así", "¿cuándo nos juntamos?" , "¿te voy a buscar?. Como máxima agravante, era la mina quien se negaba y él le insistía.
Los mares que lloraba mi partner me hicieron trizas el alma. La desilusión de mi amiga era tan grande que a ratos se ahogaba sin poder pronunciar palabras. No pude decir nada más que el típico -y algo cierto- cliché: "todos los hombres son iguales".
Luego del descubrimiento, mi amiga intentó terminar con él. Ese amor lleno de unicornios saltarines, escenarios rosas y corazoncitos en el celular a las 3 de la mañana se convirtió en un telón oscuro y con actores de medio pelo, interpretando una lúgubre obra que se anunciaba un funeral. Su pololo se disculpó; le explicó que no estaban bien, que fue una equivocación y aseguró que no pasó nada con la bella mujer de las fotos. Y Fabi lo perdonó: puso en una balanza las cosas buenas que él hizo por ella -que eran mucho más que las malas -, volvieron y el tema se borró... al menos en lo aparente. Porque mi amiga nunca pudo volver a confiar en él. Si bien no le dio "jugo" con lo ocurrido nunca más, la relación ya no era la misma: el recelo y temor se habían instalado.
Un día me contó que cuando estaba con su pololo, vio de reojo que él aún tenía interacciones con esa mujer en Whatsapp. Fabi no dijo nada: ya no tenía ganas de llorar, lealtades que quebrar, ni ánimos de sufrir; así es que simplemente lo engañó. Por despecho. ¿El elegido?, un pobre vecino que siempre le tuvo ganas.
Después de eso, la relación no dio para más: le contó a su pololo y él la mandó a la mierda. Así fue como una hermosa relación de 3 años se arruinó por culpa de las redes sociales. No digo que sean las principales causantes, sino el hecho de tener a tu alcance luz verde para comunicarte con quien sea. Aclaro que no justifico ningún tipo de engaño (ni físico como el de Fabi, ni virtual como el de su ex), pero es un hecho que las desconfianzas 2.0 proliferan como un cáncer en dichas plataformas, destruyendo relaciones que parecían bucólicas. Y eso es muy triste, ¿no creen?.
Imagen CC jlmaral