Seguro más de una vez te ha ocurrido que, tras pasar por situaciones de estrés, buscas recompensar tu paciencia con una buena compra. La adquisición de un celular, renovar el guardarropa, una exquisita comida gourmet o un buen vino son parte de aquellos “lujos” que consentimos darnos para así pasar las penas. ¡Y vaya que funciona!, pero ojo, ya que este hábito puede transformarse en un camino que nos conducirá directo a la bancarrota: el síndrome del comprador compulsivo.
Cuando adquirimos un artículo de nuestro agrado, secretamos serotonina, norepinefrina y dopamina, sustancias que se encargan de hacernos sentir optimistas. La plenitud que experimentamos en los segundos posteriores a una compra, “anestesia” momentáneamente pesares y vacíos. La sensación de olvidarlos por unos instantes es tan placentera y adictiva, que nos lleva a querer repetirla constantemente. Así es como comenzamos a desembolsar grandes sumas de dinero en objetos que no necesitamos.
Pero, ¿cómo saber si tu afán por brindarte pequeñas atenciones constituye una amenaza para tu bolsillo? Pues poniendo atención a los siguientes síntomas, que acusan a un comprador compulsivo:
1. Experimentas sensación de culpa después de comprar: Te recriminas por tu impulsividad, pues ya con la mente “fría”, adviertes que en verdad no necesitabas tu adquisición. Es más, caes en la cuenta de que gastaste el presupuesto que tenías para otros ítems, por lo que te sientes aún peor.
2. Compras en el afán de llenar un vacío interior: Eres consciente de que hay una carencia en tu vida, la cual pretendes compensar con regalías. El placer que experimentas al comprar se transforma en un vicio que no puedes resistir, ya que representa el bloqueo temporal de tus conflictos.
3. Adquieres gran cantidad de artículos innecesarios: Pese a tomar conciencia de que compraste de manera impulsiva - como refiere el punto 1 - no puedes evitar hacerlo una y otra vez. Luego, tu habitación se llena de baratijas que no te prestan utilidad alguna, pero en un minuto determinado te parecieron indispensables.
4. Tienes la constante necesidad de cambiar tus pertenencias: Te sientes triste y frustrada si no estrenas una blusa diferente o reemplazas tu viejo laptop (que aún funciona impecable). Percibes estos propósitos como una necesidad más que un deseo, hábito que disfraza el oculto anhelo de renovar tu vida.
5. Te angustia la idea de perderte una oferta: Sientes la compulsión de comprar como si el mundo se fuera a acabar. Es más, pareciera que tu vida dependiera de ello. Percibes a otros consumidores como rivales que pretenden quitarte lo tuyo, y compites por ganarles el “quién vive”.
6. Tienes baja autoestima: Debes saber que el Síndrome del Comprador Compulsivo obedece - además de crisis personales - a problemas de autoestima; por ello, al comprar no buscas adquirir objetos, sino un estatus y forma de vida. Así, sientes que pagas por belleza, desplante, estilo y éxito. En buenas cuentas, por la manera en que anhelas que te perciban. Para lograr eso, no te importará “reventar” tus tarjetas de crédito.
Si te identificas con 3 o más de estos puntos, claramente estás experimentando este problema y seguramente gastas un porcentaje importante de tu sueldo en pagar cuentas para seguirte endeudando. Lo anterior te genera angustia y con ello, un círculo vicioso del cual es muy difícil salir. Evalúa cuáles son tus carencias y qué hacer de verdad para compensarlas, de manera permanente y no como solución momentánea. De ser necesario, visita a un psicólogo, quien te ayudará con la terapia necesaria para resolver tus conflictos (salvando, además, tus finanzas).
Y tú, ¿eres compradora compulsiva?
Imagen CC Charisma