He visto con gran satisfacción cómo un artilugio que parecía olvidado, ha vuelto a integrar la oferta de distintos comercios, para ayudar a que niños - y no tanto - redescubran la magia de lo simple. Me refiero al fabuloso caleidoscopio. ¿Quién no tuvo uno en su niñez?
Este objeto, fabricado con espejos estratégicamente ubicados, láminas traslúcidas y objetos de colores, cuenta con una mira a través de la cual puedes ver la fantasía: diversas figuras - similares a flores, alas de mariposas y un sinfín de opciones que dependerán de lo fértil que sea tu imaginación - se reflejarán ante tus ojos con sólo apuntar el objeto hacia la luz. ¡Simple y sublime!
Tuve un caleidoscopio cuando era pequeña y recuerdo que deliraba con él. Incluso, llegaba a soñar con develar el misterio de sus mágicas transformaciones. Podía perderme por horas en sus diferentes dibujos, sin aburrirme. Hoy, siento que las nuevas generaciones han perdido la costumbre de entretenerse con cosas sencillas: las consolas, tablets, celulares inteligentes y computadores desplazaron a los geniales artículos que nos entretenían antaño. ¡Y ni hablar de la payaya o el luche! Una verdadera lástima.
Al menos, ver ahora caleidoscopios nuevamente proliferando en calles y vitrinas, me hace recobrar una esperanza: la de que los niños - y nosotras mismas - por un par de instantes al menos, dejemos de buscar la magia en nuestros dispositivos táctiles y el mundo virtual, para darnos cuenta de que también existe en la realidad. Y obviamente, es en ella donde tuvo su origen.
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que miraste un caleidoscopio?
Imagen CC Tadie88