Nunca me he caracterizado por ser de las que se quedan en relaciones tóxicas. Suelo ser radical en mis pasos cada vez que alguien se porta mal conmigo. No me declaro orgullosa; soy perfectamente capaz de escuchar a quien cometió el error. Sin embargo, lo cierto es que cuando te dañan, el dolor no se va: se queda contigo y es difícil de perdonar. Sobre relaciones, no creo ser un ejemplo de mariposas flotando a mi alrededor. He sido súper selectiva con los hombres; el problema es que hace un año, mi criterio estaba bailando en la India, bien lejos (¿a quién no le ha pasado?, ¡maldito Disney!).
Cuando era adolescente, tuve un pololo con el que creo haber tenido la mejor escuela para detectar idiotas. A veces quisiera retroceder el tiempo, para que esa relación nunca hubiese comenzado. Igual, no puedo negar que me sirvió para entender qué es lo que no quiero volver a ser. Me avergüenza reconocer que por ese chico yo estuve bien loquita, o más que eso, me hice dependiente de alguien que no me valoró. No obstante, de esa experiencia aprendí la mejor lección, que hasta el día de hoy me acompaña: a nadie (ni hombre ni mujer) le gustan las personas que no se respetan.
Esta relación no fue tortuosa a morir, ni tampoco me degradé como mujer: el tema era que este chico no tenía educación sobre el respeto a las personas (en general). Era el típico adolescente que se creía lo máximo y por tener tanta "actitud", también tenía “fans”. Se trataba del clásico mino incapaz de destacar por sí solo, que necesita ir siempre a la sombra de otros. Al chiquillo le salió fácil conquistarme mientras estábamos en el colegio. El comienzo del pololeo, todo fue color de rosa, pero con el tiempo cambió y se notó. En el noviazgo, cuando la gente está en plan de conquista, pretende ser lo que la pareja quiere; pero esa farsa no dura más de seis meses.
Yo era pendeja igual; entonces, cada vez que él hablaba mal de otros, si bien no me parecía correcto tampoco me molestaba. Hasta que un día me tocó a mí. No fue nada terrible; el tema es que después pasó que me levantó la voz y me vi confundida por mis sentimientos idiotas, así es que se lo dejé pasar. Total, pensé, hasta con la mamá (warning sign) . Pero una vez me pilló mal parada y le mandé una cachetada que nunca olvidaré, junto a un sentido "terminamos”. Al dar vuelta la página, me di cuenta de lo estúpida que había sido (claro, era más chica y de nunca imaginé tener una relación “tóxica”, pero los cabrones vienen mal educados desde la casa). Creo que la mayoría debe conocer alguna vez a uno de ellos, solamente para comprender que es nuestra responsabilidad saber decir adiós a aquel que no sepa respetarnos.
¿Qué opinas?
Imagen CC Bethan