Quizás a más de una le haya pasado que conoció a un chico nada de especial, pero todo el mundo le decía 'es tierno, buena persona, yo que tú le hago un queque, para conquistarlo por el estómago'.
La mayoría de nosotras generalmente nos sentimos más atraídas por un chico malo que por el tranquilo y con cara de santo. Es natural que nos fijemos en el más rudo, con el cual dan ganas de ir a todas. Pese a que sabemos que no es real, nos enamoramos como bobas.
Nuestras mamás estarían felices de que lleváramos un Don Perfecto a casa. Ese niño titulado de carrera tradicional, con lentes, dispuesto a hacer todo por nosotras. ¡Si es el prospecto de príncipe azul! Pero aquel muchacho que usa poleras de piqué, pelo corto y bien perfumado, al menos ¡no es para mí!
Lo malo es que estos bombones - gusto de papi - suelen atraernos más para pedirles favores. Por ejemplo: un préstamo de celular si el nuestro se ha caído a la taza del baño, que haga servicio de taxi o nos dé cualquier tipo de SOS cuando estamos en apuros.
Pero lo cierto es que hay cosas que valoramos mucho más al buscar pareja y no porque nuestra familia o amigas decidan que tal hombre es perfecto para nosotras, tendremos que quedarnos necesariamente con él. ¡Si en el fondo queremos a alguien que nos mueva el piso! (y hasta los rulos en mi caso, jaja), con quien sintamos adrenalina a cada momento, que llene nuestro corazón y cambie los esquemas de nuestro día a día.
Y ustedes, ¿han conocido algún chico bueno que no les haya gustado?