Siempre se ha dicho que las mujeres somos muy sensibles. Incluso, se ha dado a ello una connotación negativa, como si expresar sentimientos fuera un pecado. ¿Será porque para nosotras es más fácil expresar lo que nos pasa?.
Sin embargo, el exceso de emotividad nos puede jugar una mala pasada. Ese es mi caso, algo incómodo, en especial cuando estás discutiendo con un extraño o con tu jefe.
Cuando trato de explicar mis argumentos se me hace un nudo en la garganta y me cuesta controlar mi todo de voz. Puede ser que cuando pequeña así discutía con mis padres: me ponía a llorar hasta que conseguía lo que quería. Pero de adulta no puedo hacer lo mismo; así no funcionan las cosas, menos cuando tu interlocutor es tu pololo, quien te desacredita al minuto que ve la primera lágrima.
Sólo queda respirar hondo y profundo para controlar este cóctel de emociones. Quizás intente con yoga, para ver si se me quita esta cosa de locas.