Reconozco que ¡amo el agua!. Es más, no puedo pasar mucho tiempo sin contemplarla en una formación natural (llámese lago, océano o río). ¡Si hasta las “fuentes” y piletas sirven! Cuando estoy alejada de este elemento por largos periodos, me desespero y me ahogo. Necesito encontrarlo y sentarme enfrente, para disfrutarlo y pensar. Así, relajo mi mente y me siento en paz.
Sólo una cosa tiene el poder de hacer el momento aún más sublime; y ésta es: un buen café. ¡Ideal si es capuccino vainilla, mi favorito!. Disfrutar el dulce y revitalizante sabor del café, contrasta con la quietud de la contemplación del agua, en una analogía del paraíso que sólo se perfecciona con el exquisito aroma de este brebaje. Y si se vive el momento al atardecer y en compañía de un ser querido, es ciertamente ¡inmejorable!
Como voy seguido a la playa - específicamente al litoral central - debo decir que mi salida no está completa sin disfrutar de este celestial contraste: el de la bebida caliente en mi paladar versus el viento frío en mis mejillas; además de la inyección de energía que aporta el café en contraposición a la majestuosa calma oceánica.
Y tú, ¿también disfrutas de un delicioso y mágico café junto al mar?