Reconozco ser mega indecisa, particularmente en lo que a compras respecta. Esto, porque me he caído varias veces y sí, ¡es terrible!. La Ley de Murphy nunca falla y - por más que recurras a Internet, foros, reviews, vitrineo presencial, opiniones de amigas, etcétera - siempre, pero siempre que optas por algo, casi instantáneamente encuentras otra cosa mejor y ¡más barata!.
Así, seguro esta historia te parece familiar: necesitas un celular y te abocas en su búsqueda. Preguntas a tus contactos, recorres tienda por tienda, solicitas opiniones, pruebas tú misma los modelos y finalmente escoges, con gran dificultad, el modelo que te parece más adecuado. Sí, ese que mejor se adapta a tus expectativas, ofreciéndote ciertos estándares de calidad a buen precio. Y, paradójicamente, al siguiente día sale justo aquella maravilla tecnológica que escapaba de tu presupuesto por un valor igual - o inferior - al de tu nueva adquisición. ¡Rayos!
Es ahí donde se te echa a perder el día, y el radiante sol que te acompañaba se transforma en una nube negra sobre tu cabeza. Sientes vértigo, ansiedad, rabia, desazón, impotencia… en fin, ¡un cúmulo de sensaciones! Y aunque ya es difícil que reverses tu compra, esta idea se cruza afanosamente. Al final, no sacas más que hacerte mala sangre la jornada completa, volver a casa con un gran sinsabor y ¡ponerte ultra meticulosa al momento de comprar nuevamente! (cosa que los hombres jamás entienden).
Díganme, ¿a quién no le ha pasado?