Definitivamente, mi relación con los insectos no avanza y a medida que pasan los años ¡sólo empeora!. A mi trauma con las baratas, se suman estos gusanitos peludos que se mueven lento: las orugas.
Sé que soy miles de veces más grande que ellas y puedo escapar en un segundo, pero al verlas la repulsión es máxima. Ese movimiento pausado y sus colores brillantes mientras comen hojas, de verdad me deja congelada.
Siempre recuerdo la vez que salí del colegio en compañía de una amiga - que también odiaba las polillas y orugas - y nos topamos con un oruganosaurio gigante, en tonos amarillo y negro, en medio de nuestro trayecto. ¡Nos volvimos locas gritando y cruzamos la calle para esquivarlo!
Con el corazón a mil por hora, ambas nos miramos cuando ya estábamos en "zona segura" y nos largamos a reír por lo infantil de nuestra reacción.
Al fin de cuentas, una sabe que estos miedos exagerados a los bichos no causan nada (a diferencia de la gente que padece fobias diagnosticadas) y que por más que una oruga nos parezca terrible, nada malo nos pasará. Sólo nos dejará una anécdota chistosa y la moraleja de medir nuestras reacciones en público.
Y tú, ¿le tienes espanto a algún bichito en particular?