Amo usar aros. Si existe un accesorio que no puede faltar en mis orejas, éste es. Siento que al igual que el maquillaje - o en mi caso, mejor incluso - dan colorido al rostro, femineidad; nos iluminan y embellecen. Por lo mismo, cuál no sería mi espanto cuando mis orejas ¡se infectaron!. Y llevan bastante tiempo así, lo que me ha complicado el uso de estos “básicos” de mi outfit.
El punto ha alcanzado ribetes dramáticos, porque porfío en usarlos y al poco tiempo comienzan la comezón y escozor. Es una molestia tan intensa, que instintivamente termino quitándomelos y poniéndolos sobre la cubierta de cualquier mesa que tenga cerca. Lo peor es que luego se me olvida lo ocurrido y los dejo ahí, tristes, solos y olvidados. He perdido unos cuantos de mis tesoros por causa de esta pésima costumbre.
El tipo de aro que más me complica, es justamente el que me trastorna: aquellos largos y agitanados, de materiales pesados. Cuando desoigo a mi cuerpo e igual los uso, les juro que me duele hasta dar un paso. Para qué les digo si corro, sorteo un bache en bicicleta o camino un poco más rápido. Pareciera que arrastrara pesadas cadenas y bolas de acero, así como las almas en pena.
He probado distintas cosas para acabar con este drama, pero algunas me han dado mejores resultados que otras:
1. Dejar de usarlos: debo reconocer que mis orejas sanan bastante, pero no es la favorita de mis opciones. No, porque parece que a mi cara “le faltara” algo y me veo terrible. Mi piel se acostumbra a no llevar aros, pero cuando me veo al espejo, éste me recuerda que fue una decisión fatal y que jamás debo olvidarlos. No es que luzca “hermostra”, pero no sé. Como que no soy yo sin utilizarlos.
2. Reemplazarlos por otros ligeros: ¡Esto sí que me gustó! He comprado algunos aros con cadenas finitas y la diferencia ¡se siente! Mis orejas no sufren, se ven bellas y todos contentos. Otros materiales bastante amigables con la piel son el decoupage y los modelos a crochet. Hay diseños lindísimos y más livianos, imposible. ¡Te olvidarás de que estás usándolos!
3. Colocar en el oído infectado un palito de orégano: Es un secreto de abuelita, pero sí que funciona. A mí, por lo menos. Además, apoyo la acción de este natural producto con la aplicación de una crema rica en aloe vera. Me provoca bastante alivio.
Para terminar, no está de más recordarte que las orejas se infectan gracias al uso de materiales como el níquel o la alpaca en el gancho de estos accesorios, los cuales producen una reacción alérgica. Por lo mismo, prefiere joyas cuyos colgantes sean de plata o en su defecto, esterilízalas con alcohol puro o esmalte de uñas.
Y tú, ¿también te has visto aquejada por esta crisis cutánea?