He estado ansiosa por conocer las notas de mi hijo en un ramo específico. Nuestro semestre ha sido un tanto complicado. La pérdida de uno de mis seres más cercanos y adorados fue un verdadero terremoto en mi mundo, lo que obviamente también le afecta a él. Pero bueno, a lo que vamos: durante un par de días no rindió pruebas, lo que nos llevó a una tremenda incertidumbre respecto a sus resultados . Estaremos en la cuerda floja hasta enero más o menos.
Lo anterior es bastante angustioso, pues mientras aquel que tiene nuestro destino en sus manos duerme plácidamente - y de seguro ve “El Sultán” - yo sufro planteándome hipótesis de lo que podría o no pasar. Armo y desarmo el puzzle de mil maneras, al punto que ya me palpita el ojo izquierdo, siento náuseas, taquicardia y hasta ¡hemorragia nasal!. Es heavy, en verdad. Pero sé que no soy la única en estas circunstancias. Una relación en crisis, por ejemplo, tendrá un desenlace incierto: o la reparas o todo se va al carajo. Eso ha de ser tanto o más angustioso que el rendimiento en clases.
El punto es que, como sea que se presente, la incertidumbre es siempre una gran cosa terrible. Te genera mil veces más adrenalina que cualquier caída en el Extreme Fall, paseo por el Raptor, bajada en bungee, etcétera. Y como que la parte que tiene “el poder” más se toma su tiempo en poner fin a tu agonía. Clásico ejemplo son los “llegó el momento”, frase célebre del programa “Rojo, fama/contrafama” (ops, se me cayó el carnet) . ¿Acaso habrá algún extraño placer en dilatar el martirio? Es una actitud bastante odiosa, que te mantiene en estado de alerta. Literalmente, “como loro en el alambre”.
Y a ti, ¿qué situaciones te generan incertidumbre?