Lidiar con una persona bajoneada no es algo fácil: requiere de mucha paciencia, amor y tino. Sí, porque el o la afectada no está haciendo gala de su mejor versión, sino que más bien representa a “Tristón” junto a su amigo “Leoncio”: o sea, negativo mode on y cualquier cosa que plantees le parecerá mala, pésima. Por ejemplo, si comentas qué bonito está el día, seguro protestará por el calor de locos y lo mal que le hace a la piel el exceso de sol. ¡Y ojo, que también tendrá una cuota de Pitufo Gruñón!.
En fin, si tienes un amigo atravesando ese periodo y lo quieres tanto que decides quedarte, aquí te van algunos consejos sobre qué es útil y qué no.
Lo que no debes decir:
1. “Cálmate”: Esta palabra o cualquiera de sus variantes “relájate”, “no te estreses”, “respira hondo”, etcétera, es una pésima idea. Sabemos que la pronuncias con la mejor intención de que la persona a quien quieres vea “el lado bueno de las cosas”; pero, al igual como pasa con los ofuscados, lo que interpretará será muy diferente. Algo así como un “deja de hinchar, histérico/a de mierda. Traigan los tranquilizantes, por favor”. Y adivina qué: lejos de ponerse en estado zen, ¡te arrojará un zapato por la cabeza!
2. “Ánimo”: También encierra muy buenas intenciones, pero es bastante inútil. Si el ánimo se comprara en los supermercados, de seguro estarían todas las filas llenas. Y decir esa palabra no invocará mágicamente al genio de las sonrisas. Mucho menos alegrará a tu ser querido y le echará porras. “Ánimo” es un conjunto de letras que no significan nada por sí mismas y que son muy fáciles de pronunciar para quien no está “en el hoyo”. Ahórratela, es innecesaria.
3. “No logro imaginar lo que sientes”: Esta frase te patea en el suelo. Si nadie puede ni siquiera en pesadillas empatizar contigo, te sientes sola e inmersa en el mundo del desconsuelo. Personalmente, valoro más saber que otras personas pasaron por lo mismo y lograron superarlo. Eso me indica que quizás también lo haré. Pero como eso tampoco a todos les cae bien, mejor ahorra las historias demasiado autorreferentes. Menos blablá y más oreja.
Lo que sí es bienvenido: Ojo, una persona con bajón tampoco es tan intratable, ¡si todos hemos pasado por uno! Por eso, ensaya las siguientes acciones y verás que le vendrán mucho mejor:
1. Oír y abrazar: La persona afectada tiene mucha pena, preocupación, ira y frustración contenida. Lo que más necesita en el mundo es que alguien la escuche. Sólo eso. Que deje que desahogue lo que siente y de algún modo le haga sentir que no está sola. Por eso, un abrazo apretado, de esos que indican que todo saldrá bien, es el mejor regalo.
2. Distraer: Una sonrisa puede transmutar hasta la pena más negra. Recuerdo que en los 80’s mi familia vivió momentos muy difíciles, con varias muertes y enfermedades; sin embargo, cuando venía la pena, mi viejita solía contar chistes, improvisar bailes, poner caritas y hacernos reír a todos. Ponía música alegre y sintonizaba películas. ¿Por qué crees que “La vida es bella” nos emocionó tanto? Porque no hay nada más sublime que combatir con alegría la tristeza. Eso sí, primero debes acomodar tus oídos y dejar que se desahogue como quiera.
3. Actividad liberadora: Un bonito paseo a la punta del cerro - literalmente - para liberar las penas es un gran obsequio que puedes darle a una amiga deprimida. La mezcla de naturaleza + gritoterapia, ¡hará milagros!
Como ves, la fórmula secreta es súper fácil. No se trata de estar todo el día revoloteando a la persona como un moscardón para ver cómo se encuentra, ni examinarla como si estuviera bajo una lupa. Eso no hará más que recordarle la pena y hundirla en ella. Tampoco hay palabras mágicas ni un “switch” que apaguen los problemas. La receta infalible es harta oreja, una dosis de sonrisas, un kilo de abrazos (pero de los de verdad, no lastimosos) y una actitud positiva, porque ésta se contagia. Y sobre todo, harta disposición, amor y paciencia. Esta última sobre todo, es la clave de que la operación “alegría” funcione.