Leí en uno de los virales que circulan profusamente en fechas como ésta, algo muy sabio: que el verdadero regalo no está dentro del paquete, sino en las manos que lo entregan. ¡Y vaya, qué cierto es!. Basta una breve reflexión para que nos demos cuenta que lo importante no está en lo material, sino en la persona que escogió aquel objeto y el cariño con que lo hizo.
Quienes somos mamás, sabemos perfectamente que una carta escrita a mano o una figura hecha con plastilina vale mucho más que un anillo de diamantes. Lo mismo aplica a todo. Si lo piensas, una artesanía obsequiada por tu mejor amiga resulta más valiosa que el costoso perfume que te envío - por cortesía - la hija de la hermana de la prima de tu tía. Ni hablar del presente que te da aquel “bombón” que te quita el sueño: eso adquiere la categoría de “tesoro”. Y es que el detalle no está en la especie, sino en la esencia.
Lo más curioso de todo es que cuando se trata de Navidad - una fiesta de amor por excelencia -, el acento no lo ponemos en lo sublime, sino en lo terreno: la búsqueda del regalo perfecto. Llegamos al borde de la histeria por hallarlo, pero - cual Ángel y “la flor de los siete colores” - lo tenemos en nuestras narices. O más bien en el corazón: es el poder de dar amor, de decir “te quiero” y compartir hermosos momentos con quienes amamos. Ese es el espíritu navideño: no está en un mall, sino en los sentimientos.
Sinceramente, espero que pasen una hermosa Navidad, llena de momentos especiales y expresiones de afecto. Después de todo, es eso lo que queda y lo que nos llevamos. No cosas materiales, pues esas se deterioran y se las lleva el tiempo. Por eso, en esta ocasión les propongo un regalo especial: llamen a esa persona - o mejor aún, visítenla - y a propósito de nada, díganle cuánto le aman. ¡Les aseguro que será inolvidable!.
Y tú, ¿cuál dirías que es tu mejor regalo?