Desde siempre adoré ponerme aros, pues considero que mi rostro adquiere realce y luce distinto con estos accesorios. ¡No imagino la vida sin ellos!. Sin embargo, mi preferencia por los más grandes y pesados terminó por pasarme la cuenta, ya que la perforación se ha ampliado y está a punto de romperse. Que mi hijo acostumbre tirar casualmente de ellos tampoco ayuda, así es que empecé desde ya a buscar soluciones por si mis orejas se desgarran.
Descubrí que este problema es bastante más común de lo que imaginaba. Muchas mujeres lo han experimentado en traumáticas situaciones, al serles arrebatadas sus llamativas joyas de oro de un solo tirón. Otras - y hombres también - lo viven tras renunciar a sus amados extensores y quedar con la oreja totalmente “guateada”. Varias más - como yo - sufren las consecuencias de su gusto por las versiones más grandes y pesadas de estos accesorios.
Pues bien, la solución a este problema se halla en la medicina. Particularmente, a través de un procedimiento simple, ambulatorio e indoloro llamado lobuloplastía. Esta sencilla cirugía, que se realiza con anestesia local durante unos 25 minutos, repara el lóbulo auricular, que corresponde a la parte inferior de la oreja. Así, recuperará progresivamente la apariencia que tenía previo al incidente. Los cuidados posteriores son mínimos, ya que es una intervención que sólo consta de pequeños puntos al interior y exterior del tejido. Es posible volver a utilizar aros, aunque teniendo la precaución de no engancharlos en la zona que está por encima de la cicatriz.
Por supuesto, también deberás modificar un poco tu selección en cuanto a este tipo de accesorios. Si te gustan los aros largos, no es necesario que los reemplaces por la clásica perlita, pero sí que privilegies materiales livianos, como el decoupage o los diseños tejidos a crochet.
No sé a ti, pero en lo personal me tincó bastante la solución. Fácil y bonita, ¿no? ¡Como para olvidar las molestias que produce un desgarro!