Tal como lo he comentado en otras oportunidades, por más que tratemos de hacernos los duros, los hombres tenemos sentimientos y formas de manifestarlos, tal como ustedes. No somos tan diferentes. Y, si, nos dan los famosos “ahogos”, las ganas de mandar a todo el mundo “a la punta del cerro” y que nos dejen tranquilos, porque la presión, el enojo o la pena, nos pueden llevar a reaccionar mal frente a quienes queremos.
En lo personal, siempre me han considerado un tipo con paciencia, pero “tengo mis momentos”. Me molesta de sobremanera que me exijan compromisos, si el resto no está dispuesto a cumplir. Otra cosa que me exalta es que “me cambien los planes a última hora”. Me gusta planificar el día, para hacer las cosas necesarias con tiempo. No andar corriendo o haciendo todo a medias. Si tengo que ocuparme de 3 asuntos o 10, da lo mismo, siempre y cuando tenga el tiempo para hacerlo bien.
Es en esos momentos que me vienen las crisis; cuando me dicen una cosa y hacen exactamente lo contrario. O piden sacrificios y no están dispuestos a hacerlos. También cuando los demás, consciente e inconscientemente, me hacen sentir solo. Soy una persona que se entrega por completo en todo ámbito, mi familia y amigos pueden dar cuenta de eso, por eso me da mucha pena sentir los demás son más importantes para mí, que yo para ellos. Soy empático a morir. No me cuesta nada - o muy poco - ponerme en el lugar del otro, entender sus motivaciones y aconsejarlo cuando lo necesita. Soy siempre el fuerte y el paciente, pero me carga la falta de empatía hacia mí. Ok, uno no hace las cosas esperando un reconocimiento, pero espera al menos una buena actitud, no apatía.
Lo anterior me hace sentir ganas de mandarlos a todos a tener una seria conversación con la tía Paty Cofré, pero sin música. No sé si será la mejor manera de reaccionar. Capaz que algún psicólogo o psiquiatra piense que estoy “de patio” y estaría dispuesto a recibir ayuda profesional, de ser necesario.
Pero tampoco soy tan polvorita. Solo soy una persona de una sola línea y, aunque a veces me arrepienta de prometer cosas, cumplo. Mi señora me dice que soy un “toro testarudo” y es así; pero de la misma forma soy alguien con las prioridades claras, que cuando “le patean el tablero”, se descoloca. Supongo que es de humanos y a todos nos pasa, ¿no?