Hace unos días, un amigo me comentó acerca del quiebre de su relación. Su novia, una chica de 23 años, “le pidió tiempo”, porque estaba insegura. Contra todo pronóstico, él se lo ha tomado bien, pese a reconocer que la quiere y que lo tomó por sorpresa. Se ve entero y con ganas de superar pronto el mal rato, ya sea recomponiendo su romance o dando vuelta la página definitivamente. Me decía, con una mezcla de resignación y frialdad: "lo hemos pasado genial juntos, he sido fiel y me he entregado 100% a nuestra relación. Allá ella con sus dudas. Si quiere recuperarme, aquí estoy, sino… c´est la vie…".
Eso me lleva a pensar en cómo los hombres sobrellevamos una ruptura. La respuesta, para variar, es depende. Si hablamos de una relación pasajera, donde no involucramos sentimientos - un touch and go - nos “da lata”, porque nos gusta embarcarnos en empresas o relaciones que lleguen a buen puerto. Lograr un objetivo; si se cumple, bien. Sino, ya habrá otra oportunidad. Como dice la canción de Francisca Valenzuela, "hay tantos peces en el mar" (o pececitas, en este caso).
El tema cambia radicalmente si involucramos sentimientos. Cuando el hombre se enamora, la realidad es completamente diferente. Mi padre decía que al enamorarse “la mujer es de hierro y el hombre de algodón”. Uno es capaz de todo por su pareja. Trata de hacerla feliz a como dé lugar. Es 100% manipulable y llevado en la dirección que su amada desee. El hombre pone a su mujer en el centro del universo, es el sol que ilumina sus días y la luna que lo guía en las noches de oscuridad. Cuando una relación así se acaba, se nos cae el mundo a pedazos y superar una ruptura de ese calibre puede tomar meses o años en ser superada.
Imagínense en el caso de un matrimonio. Es peor. Les puedo contar de dos experiencias cercanas, donde la infidelidad fue el motivo de la ruptura. En el primero, fue ella quien engañó a su esposo y la pareja jamás pudo reconciliarse. Cada reunión familiar, por matrimonio de sus retoños, nacimiento de nietos o bautismos era un drama. Iba uno o el otro. Para esos hijos era terrible tener que elegir. O la típica: Año Nuevo con uno y Navidad con el otro. Él lo superó con el tiempo, tuvo un nuevo hijo y volvió a casarse. Pero pasaron años antes de sanar esa herida, que nunca se curó del todo.
El segundo caso, la infidelidad fue de él. Se fue, dejando esposa e hijos. Compró otra casa para vivir con su “nueva mujer”. Lo pasó regio, viajó y todo lo demás. Pero al tiempo y todo acabó. Terminó volviendo con su ex. Claro, tuvo que “verlas negras” antes de conseguir el retorno. Vaya capacidad de perdón de esa mujer, ¿La posibilidad de recuperar el estatus habrá influido? Lo dejo a su criterio…
Como conclusión final, puedo comentarles que en cuanto a rupturas, el hombre siempre las supera con el tiempo. Pueden pasar meses e incluso años, pero el dolor se va. Si es quien rompe la relación, siempre termina “pagando” el precio. Si es “el pateado”, sufre, le cuesta recuperarse, pero a la larga, la vida le entrega una nueva oportunidad.
Recuerden que siempre el sufrimiento que causen, se vuelve en su contra. Si se embarcan en una relación, juéguensela con todo. Si no resulta, “lo comido y lo bailado no lo quita nadie”, pero traten siempre de terminar “civilizadamente”. Da lo mismo si son hombres o mujeres: todos tenemos sentimientos y merecemos respeto. Si les gusta alguien más, díganlo antes de ser infieles. La franqueza a la larga se valora y se evita causar “un mal mayor”.