Nos conocimos por casualidad, como se conocen las personas que no tienen idea de que algo grandioso está a punto de suceder. Debo admitir que cuando tuvimos nuestra primera cita, no nos tenía mucha fe. Si bien era lindo y muy simpático, no sentí esa química irresistible de otras veces. Si nos preguntas, ambos te responderemos que “estuvo bien”.
Aun así, todo fluyó entre nosotros. Seguimos hablando, y también saliendo. De pronto, me di cuenta que en verdad estábamos juntos: ya llevábamos dos meses, y había conocido a toda su familia. ¿Cómo sucedió? ¡Ni idea! Por primera vez en mi vida, las cosas se fueron dando por sí solas. No me estaba esforzando ni sufriendo. De hecho, ¡lo estaba pasando muy bien!
Y así continuó por un buen tiempo. Cada vez comencé a sentirme más cómoda con él y, para serte sincera, me gustaba bastante. Mucho, diría yo. De pronto quería hablar con él en todo momento y, si era posible, verlo todos los días. Me di cuenta que era un hombre maravilloso, muy atento y cariñoso. Se preocupaba sinceramente por mí e intentaba darme en el gusto cada vez que podía.
Entonces, llegó el día: me di cuenta que lo quería. ¡Sí, lo quería! Ya habían pasado cinco meses desde nuestra primera cita (lo sé, soy algo lenta) y aún no nos decíamos esa mágica frase. ¿Lo decía yo primero? No, qué susto. Tú sabes lo nerviosa que me pongo cuando empiezo a sentir “algo real” por alguien, y “se me hacía” el declarar mi amor primero.
Llegaron las vacaciones y se fue por unas semanas de viaje. ¡Lo extrañé muchísimo! En cuanto regresó nos juntamos para regalonear largo y tendido, pero él estaba súper cansado. Dejé que durmiera una siesta mientras yo me dedicaba a escribir. Cuando ya había pasado un rato, me dieron ganas de llenarlo de besos. Cuando me acerqué a su carita y comencé a besarlo, entreabrió los ojos. Me miró fijo y, algo dormido, me susurró lo que tanto quería oír: ¡por fin me dijo “te quiero”!
Quedé feliz como una lombriz. Sé que la situación no fue tan romántica, pero lo inesperado de su declaración terminó con cualquier preocupación que pudiera tener. Si estás leyendo esto, ¡yo también te quiero!
Y tú, ¿recuerdas tu primer “te quiero”?