A lo largo de la vida, todas nos trazamos distintos objetivos, en los cuales ponemos nuestro corazón y esperanzas: obtener un buen trabajo tras dejar la U, percibir los ingresos suficientes como para independizarnos, tener éxito en las relaciones amorosas, ser seleccionadas para cursar un Magíster, entre un sinfín de etcéteras. Sin embargo, las cosas no siempre resultan tal y como las hemos planteado. Es entonces cuando sobreviene la antipática frustración.
Ésta es una emoción que surge de la ira y la decepción. Se presenta cuando - a pesar de haber dejado “los pies en la calle” - no obtenemos aquello para lo cual nos hemos esforzado. La respuesta que tenemos ante esto es lo que marca la diferencia. Así, si somos intolerantes a la frustración, la expresaremos con arranques de furia, desmotivación, pensamientos negativos, autoboicot y el pensamiento / profecía autocumplida de que “esto jamás resultará”. Así, seremos presa fácil de la depresión e insatisfacción con nuestra vida. Si por el contrario, aprendemos de aquel traspié, seremos mucho más creativas y competitivas en un mundo donde la mayoría baja los brazos a la primera contrariedad.
Pero, ¿qué hacer entonces para tomar la frustración con sabiduría? Aquí te dejamos algunos útiles consejos:
1. Acepta la derrota: poner el máximo de tu esfuerzo no garantiza el triunfo. Debes tener esto claro, así como también el hecho indiscutido de que llegar a la meta no es lo único que nos hará felices y enriquecerá interiormente. En ocasiones, esta ganancia tiene que ver con el aprendizaje obtenido en el camino.
2. No sobredimensiones ni te victimices: claramente, tras invertir lo mejor de nuestro esfuerzo para que algo funcione, si esto no se da nos sentimos fatal. Lo vivimos como si fuera el fin del mundo, el réquiem de todas nuestras ilusiones y ya no valiera la pena luchar. ¡Pero no es así! Por lo mismo, respira profundo, cuenta hasta 5 y ¡reintenta!. Si es necesario, cambia la estrategia, pero jamás te quedes con el discurso de “pobrecita yo, que todo me sale tan mal”. ¡Es totalmente improductivo!. Si realmente lo deseas, lucha. La única derrota será bajar los brazos.
3. No te dejes amilanar: las personas que están frustradas y no lograron concretar sus anhelos, siempre tienden a hacer pensar al resto que tampoco podrá. ¡No te dejes contagiar por su negatividad! Si te has propuesto algo seriamente y te esmeras en ello con las herramientas adecuadas, entonces nada te frenará. Ninguna historia es igual a la otra, ya que cada cual construye la propia. Por eso, no dejes que las malas experiencias de los demás te limiten e impidan siquiera intentarlo.
4. Inspírate: observa a aquellas personas que ya consiguieron lo que te habías planteado y sigue su ejemplo. Conversa con ellas, pregúntales qué estrategias utilizaron y toma como inspiración las que te sirvan. Sí, es verdad que ninguna historia es réplica fiel de otra, pero algunas ideas te pueden servir para acercarte más a tu objetivo. Si tu plan es tener tu casa propia, por ejemplo, puede que tu amiga consiguiera un crédito más flexible en un banco determinado o ahorrara un porcentaje de su sueldo. Ve qué tan viable es intentarlo de ese modo y prueba cómo te va con eso.
5. Visualízate y celebra cada logro: generalmente, la consecución de un objetivo - enamorar a un hombre, conseguir el trabajo ideal, arrendar tu depto, etc - es el resultado de un largo proceso. La clave para no desfallecer en el camino es anticipar lo que se viene. Tales ensoñaciones te darán la fuerza que necesitas para no caer, pues sabrás cuánto disfrutarás la meta y eso hará más amigable el ascenso (eso sí, modérate: no sea que te pierdas en las divagaciones). ¡Y no te olvides de celebrar por cada paso que te acercas!
Y tú, ¿qué estrategias usas para canalizar la frustración?