Aquella época en que las mujeres tenían como única tarea los quehaceres del hogar quedó en el pasado. Hoy tenemos trabajos
remunerados, y aunque no siempre podemos elegir el sueldo, sí nos es posible escoger dónde y para quién hacerlos.
Gran parte de nuestras horas las pasamos en la oficina, con un horario extenso y condiciones restrictivas, pero hay algo que marca la diferencia entre lo aceptable y lo humillante: el trato con nuestros jefes. Conversando de esto con una mujer -en una interminable fila del super-, conocí su peculiar sistema de selección laboral: aunque no lo creas, es ella quien decide para quien trabajar.
Con 16 años, mi nueva amiga inició su vida laboral en lavaseco. Ahí vio cosas horribles -según cuenta-, pero ninguna de las manchas de ropa fue tan denigrante como el trato que le daba su jefe. Una noche, un importante hotel llevó sus sábanas a modo de emergencia. Ya era su hora de salida y la esperaban en casa, pero su empleador la miró fijo a los ojos y con la autoridad que brinda un dedo amenazante, la obligó a quedarse encerrándola en el local. Lloró toda la noche, terminó todo el pedido y al día siguiente la encontraron durmiendo al lado de la plancha.
Esa noche aprendió una dura lección y se prometió así misma no volver a trabajar para un jefe miserable. Hoy, va a las entrevistas y luego de pasar todas las pruebas, pide hablar con quien será su jefe. Le pregunta si los trabajadores reciben bonos, si saluda a las secretarias, si sabe cuáles de sus empleados son padres, si otorga permisos para asistir al doctor o si sabe cuál de sus trabajadores es el último en retirarse. Luego de eso, y según la respuesta, es ella quien decide si acepta el trabajo. Su última elección fue hace tres años.
Su buen vocabulario y accesorios costosos eran prueba de sus buenas decisiones, pero su real riqueza estaba en sus cuestionamientos. Me dijo ¿sabes quién es un jefe moderno? le miré curiosa, pero no respondí. Ella sí lo hizo: un jefe moderno no es el que tiene el celular mas tecnológico, sino el que trata a su personal como con humanidad. El que conoce con quiénes trabaja y cuáles son las fortalezas de cada uno; con esos vale la pena trabajar.
Su fuerza de voluntad, valentía y autorespeto me impresionaron y me pregunté: ¿cómo es que aguantamos tantos malos ratos?, ¿por qué simplemente aceptamos y no elegimos?. Sé que tu trabajo es la fuente con que alimentas a tu familia, pero ¿es la vida que deseas?; ¿deseas soportar angustias y quejas que no mereces? No esperes vivir experiencias traumáticas para reaccionar, ya sea con tu familia, con tu pareja o lo que sea que te esté incomodando. Date fuerzas, busca en tu interior y decide cambiar tu vida; escoge lo que en verdad es lo mejor para ti.
Puede que tu sueño esté a pasos de una pequeña gran decisión, sé tú quien elija la vida que quiere vivir.