Gainsbourg solía decir que “la fealdad es superior a la belleza, porque dura más” y es que siempre lo criticaron por feo, se burlaron porque tenía la nariz grande y era orejón. Pero a quien realmente le podía importar eso luego de conocerlo. Su cara poco agraciada pasa a un plano inferior después de escuchar esa voz cadenciosa en canciones que llaman directamente a la lujuria.
Serge Gaisnbourg era de esas personas que se crean a sí mismas. En el fondo, un tipo tímido que solía disfrazar sus debilidades con cinismo y actitudes subversivas. Aunque nervioso e inseguro, tuvo a las mujeres más hermosas de su época. Atraídas por ese aire de poeta maldito, existencialista y alcohólico. A todas les escribió canciones, fotografió sin ropa y grabó en películas baratas. Entre ellas se cuenta a Isabelle Adjani, Vanesa Paradis, Juliette Greco y la mismísima Brigitte Bardot.
En Francia, lo catalogaron como una especie de nuevo Baudelaire. Atormentado, genial y provocador. Tanto así, que en 1969, justo en la década de la revolución sexual, interpretó junto a Jane Birkin el himno erótico de los ‘70 por excelencia, “Je t’aime… moi non plus”, llena de susurros, gemidos y voces entrecortadas. Fue tanto el revuelo, que la censuraron en varios países por incluir sonidos simulados de un orgasmo. Hasta el Vaticano hizo un comunicado citando la canción como ofensiva. A tanto llegó su espíritu transgesor y la necesidad de romper tabúes, que editó junto a su hija Charlotte Gainsbourg el tema “Lemon Incest”. Un cuestionable y polémico dueto que escandalizó al mundo.
Hoy, a 19 años de su muerte, su música sigue siendo analizada y reutilizada; su figura elevada a mito y venerada por miles de fanáticos; y su estilo imitado, pero jamás igualado. "Gaisnbarre", como denominó a su alterego aún más rebelde y decadente, marcó la música francesa para siempre, transformando las canciones de amor en deseo y convirtiéndolas en auténticos poemas pornográficos. Yo me declaro absolutamente obsesionada con él. A continuación... un clásico.