Dice que ama la música, que no le interesa la fama, que Miley Cyrus es lo peor y que el mundo Disney es patético. Lo cierto es que Taylor Momsen alguna vez audicionó para el papel de Hanna Montana y no quedó, lanza por lo menos una declaración provocativa al día y se viste como si viviera en un Halloween eterno. Está claro que piola no es.
Igual que Jenny Humphrey en Gossip Girl, Taylor Momsen fue transformándose de a poco. Pasando de ser una niña que quería pertenecer al mundo de las celebridades, a una mucho más rebelde y desprejuiciada, que declara en la prensa que es adicta al cigarro y a la pornografía; como esforzándose porque a nadie se le olvide que a ella no le importa nada y que hace lo que quiere.
Desde hace algún tiempo es la vocalista de The Pretty Reckless y, para la sorpresa de muchos, la banda no es para nada un fiasco. De hecho, ha recibido aceptables críticas de especialistas y la audiencia, la mayoría apostando que Momsen tiene un buen futuro como rockstar y que su voz no suena como la de una niña de 17 años.
Sin embargo, tanta sombra negra, tanta portaliga y tanto encaje tipo Madonna en los ’80, le quitan todo lo cool que podría llegar a ser. Escuché que alguien por ahí la comparó con Courtney Love y no me parece tan alejado cuando vemos que en un concierto muestra las pechugas -mientras canta “Make me Wanna Die”-, se pinta los labios de rojo furioso y se pasea por las revistas como diciendo “tengo estilo, porque me regalan ropa de diseñador y la rompo”. O haciendo videos llenos de provocaciones gratuitas, hechos exclusivamente para llamar la atención y no para mostrar su música, como en “Miss Nothing”, donde recrea la última cena, disfrazada de virgen-sexy-ruda.
Las adolescentes son apestosas en general (todas lo fuimos), pero la adolescente- rebelde -mal es la peor.