Por Loreto Ramírez Nunca en mis 25 años me habían dado un agarrón sin permiso. Anoche fui al concierto de Twisted Sister en el Teatro Caupolicán y mientras cumplía con mis labores de periodista, un grupo de rockeros me encerró por la euforia post show y ¡pafff! un mal hombre, desubicado y manilarga me agarró el cachetito derecho. No fue un manoseo ni una palmada, tampoco fue "taaaan" invasivo, fue un pellizco desagradable.
Una señora se dio cuenta y me dijo "yo te protejo", mientras yo sólo pensaba en moverme a la pared. Cuando pasó, obvio que miré hacia atrás, pero sólo vi 40 manos, así que imposible saber a quién pertenecían esos dedos desubicados. Sé que no soy la primera a la que le pasa, pero creo que alguna vez, todas hemos sentido lo mismo: impotencia de no poder defenderse. Un amigo que estaba un par de metros más allá, me dijo que debía alegrarme, que significaba que estaba en el mercado. Prefiero estar out, vencida, fuera del sistema, lo que sea, pero no ser abusada de esta manera, porque así lo veo yo, ¡un abuso! A la Cata Edwards del Mega le pasó algo parecido, pero peor. Ella estaba al aire cuando un muy poco atinado hincha se quiso pasar de vivo. En la vereda de las modelos, está el pobre caso de Pamela Díaz a la que le tocaron parte de su voluptuosa anatomía mientras desfilaba; y cómo olvidar la patudez de un animador peruano que se aprovechó del momento cuando la Kena Larraín estaba en las pasarelas del país hermano.
Casos hay muchos, así que chicas, digámosle no a los agarrones sin permiso. ¿A ustedes les ha pasado alguna vez?