Hoy día mi hermano chico tiene su fiesta de graduación. El hecho de verlo organizando todo, comprando el terno, teniendo que invitar a una niña, me hizo inevitablemente acordarme de MI PROM.
Yo iba en un colegio de puras mujeres, así que imagínense cómo fue todo. Primero el show del vestido. No quería comprarme uno de tienda, tenía que mandarlo a hacer; no soportaba la idea de que alguna de mis compañeras llegara con el mismo outfit que yo. Por suerte mi mamá me dio en el gusto.
Después, había que elegir los zapatos. Estúpidamente una se compra tacos de más de 10 centímetros, cuando jamás en la vida se ha sacado las zapatillas. Lograr entonces dar UN paso, ya era un suplicio chino. Me acuerdo que en mi fiesta, todas terminamos con las patas negras, porque nadie aguantó más de 30 minutos con los zapatos.
Cuento aparte era a quién invitar, que en un colegio de puras minas era más complejo aún. Primero elegir a alguien, porque no podía ser cualquiera, te tenía que gustar aunque fuera un poquito. Después que te decidías, era una tortura – peor que la de los zapatos- tener que preguntarle. Qué pasaba si te decía que no; si tenía otro compromiso?? Demasiado stress para una niña que con suerte tenía 18 años.
¿Valdrá la pena tanto preparativo y producción? No quiero ni pensar en todo lo que voy a tener que hacer cuando me case.