Por: Mar
La palabra inseguridad es recurrente en el vocabulario de toda mujer. La mayoría de nosotras, en más de una oportunidad, se ha sentido invadida por esta poderosa enemiga que nos hace dudar hasta de la ropa que elegimos para salir.
Yo formo parte de ese porcentaje de personas que respiran incertidumbre. Desde lo más cotidiano a lo más complejo, la señorita inseguridad siempre está presente en mi cabeza para revolverla y hacerla dudar hasta de sus palabras.
Si me gusta un mino me hago la tonta porque sé que él no se fijaría en mí y ni siquiera pensar en insinuarme o decirle lo que siento, porque ni en mil años luz podríamos estar juntos. Si capto demasiadas miradas en la calle me pongo nerviosa porque existe la posibilidad de que lleve algún cierre abierto o mi maquillaje esté corrido. Incluso en el ámbito laboral, cuando postulo a un trabajo, nunca tengo la certeza interior de que voy a obtener el puesto, porque siempre puede haber alguien mejor que yo.
Andar de indecisa por la vida no es nada grato. No estar segura de la respuesta que diste en la prueba, sabiendo que estudiaste toda la noche, no hace más que complicar aun más la existencia de aquellas personas, que al igual que yo, comparten esta sensación de estar constantemente sobre una cuerda floja.
No sé si en alguna época de mi vida perdí un tornillo (o unos cuantos) o si alguna situación en particular me marcó de manera negativa, lo único que recuerdo es que en mi niñez este comportamiento comenzó a manifestarse; pero sólo en la adolescencia se transformó en una constante.
No me gusta ser insegura, pero es algo que no puedo evitar. Y ustedes ¿alguna vez se han sentido atacadas por esta poderosa enemiga?
Foto vía pedroaxl