Nunca me voy a olvidar del día en que una de mis amigas de la universidad me mencionó que la mejor manera de saber si su vida iba bien era viendo la forma en la que estaba ordenado su clóset. No por el simple hecho de que estuviera todo guardado, sino porque para ella era una necesidad que la ropa estuviera clasificada por tipo y color. Tal cual. Así como lo leen.
La verdad es que a mí también me gusta mantener un mínimo de orden con la ropa, algo así como: acá van las poleras, acá va la ropa deportiva, acá los pantalones, y acá los chalecos. Pero tener la necesidad de ordenar, incluso, por colores, ya me dejó con la boca abierta.
Sería algo así como un Sheldon Cooper chilensis, obsesionado por el orden y la clasificación de todo, incluso con sus horarios para ir al baño. Pero con este ejemplo hablamos de algo un poco más serio. Cuando el orden y la clasificación te toman gran parte del día y te angustias al no poder tener todo bajo control estamos frente a un TOC, Trastorno Obsesivo Compulsivo, el cual necesita ayuda médica.
Ojo que acá no hablamos de una simple manía por el orden. No, no. Ser ordenado es bueno en muchos aspectos de la vida. El tema es cuando el orden te carcome y esa preocupación impide que vivas una vida normal.
Por ejemplo, tengo una manía cuando estudio: el lugar donde me pongo a estudiar debe estar ordenado siempre. Cuando estoy en mi escritorio, suelo dedicarle varios minutos a ordenarlo antes de ponerme a leer, es como si preparara el ambiente más propicio para que mis neuronas también se ordenen junto a mis chakras y, así, le pongamos un poco más onda a la lectura.
Pero, por el contrario, tengo la maña de dejar la ropa que voy usando durante la semana en una silla que hay en mi pieza, y así se acumula de lunes a domingo (siendo bien optimistas), día en el que agarro todo y lo vuelvo a guardar o a lavar.
Esto también lo podemos extrapolar a lo cotidiano, cuando ese orden pasa a controlar el día a día de los demás. Típico que siempre hay algún familiar, compañero o amigo que busca tener el control de todo y todos. Y es que no debe ser fácil convivir con esa necesidad de orden y control, debe ser un peso para aquellas personas a las que si se les cae algo de su estructura se vuelven locos.
Asumo que soy fan de las agendas, de anotar todo y mantener un orden en mis actividades, pero si algún día no cumplí lo que tenía pactado o se me olvidó escribir algo, no me muero. Trato de volver a organizarme.
¡Relajémonos! La vida es más que orden y control. Mi amiga y su clóset configurado por prendas y sus respectivos tonos no es un ejemplo de locura, porque la verdad es que en la vida diaria es lo menos controladora que hay.
Mientras tanto, seguiré acumulando mi ropa en la silla y, cada vez que me siente a estudiar, habré dedicado varios minutos a preparar mi sagrado templo de lectura… o quizás sólo esté haciendo algo de tiempo para esquivar el estudio. Sí, son cosas de loca. ¡Pero de loca linda! Y tú ¿tienes alguna manía con el orden y la clasificación de la cosas?
Foto vía Prismasa.