La naturaleza es muy sabia, y es por esto que tiene a disposición nuestra muchas cosas que nos ayudan a mantener una vida sana. Una de ellas es el llamado Kefir.
Se trata de unos honguitos de origen turco, que se alimentan - o más bien se reproducen - en la leche, durante un proceso de fermentación en el cual producen yogurt natural. Así como lo lees: les echas leche, y te la transforman en yogurt. Este es un lácteo mucho más ácido que el que nos venden, pero al que puedes adicionarle lo que quieras (yo lo como con frutas y queda delicioso).
La gracia de este yogurt es que es muy, pero muy bueno para nuestra salud. De partida, es un probiótico por excelencia; es decir que gracias a la presencia de microorganismos vivos que ingresan en su composición, ayuda a fortalecer tanto la flora intestinal (o sea, olvídate de problemas digestivos), así como reforzar el sistema inmunológico (adiós baja de defensas por cambios de temperatura o cualquier razón). También disminuye los niveles de colesterol y ayuda en caso de sufrir ansiedad, ya que contribuye a mejorar el sueño y a aumentar el apetito. Y como si fuera poco, hace muy bien a la piel, ya que cuenta con propiedades astringentes, lo que lo implica que posee características cicatrizantes, antiinflamatorias y antihemorrágicas.
Por lo tanto, podríamos decir que este pequeño "pajarito" ayuda a desintoxicar de a poco nuestro cuerpo, limpiándolo y fortaleciéndolo a medida que vamos incorporando su yogurt en nuestra dieta.
Lo que yo les recomiendo - porque me ha funcionado muy bien - es tomarlo por las mañanas, en ayuno. Es decir, un vasito de yogurt de Kefir antes de desayunar. Al menos en la época de verano, éste era mi desayuno, pero como ahora están los días más fríos, suelo tomar algo caliente primero.
La preparación es bastante simple, aunque bien detallista. Se deben poner los pajaritos en un recipiente de vidrio: los frascos conserveros o de mermelada son perfectos. Por cada cucharada de Kefir, incorporar medio litro de leche y cubrir con un pañito el frasco. Luego, dejar reposar hasta el otro día. Puedes dejarlo en el refrigerador o afuera. En la segunda opción, el proceso es más rápido, puesto que la fermentación se da mejor en el calor. Pero jamás debes exponerlos a temperaturas muy altas.
Al otro día, se cuelan los pajaritos, y retiras el yogurt que produjeron. Sin lavarlos (ya que esto se hace una sola vez a la semana), vuelves a repetir el proceso inicial.
Imagen CC David Niergarth
Otro detalle especial de estos honguitos, es que se tiene la filosofía de que no se deben comprar, sino que alguien debe regalarte una porción, que equivale a una cucharada sopera. Esto, ya que los pajaritos se van reproduciendo cada día, con cada fermentación, por lo que llega un punto en que tienes más producción de la que verdaderamente necesitas (por ejemplo, que en el frasco donde los tienes, sobrepasen la mitad de este).
Si te interesa obtenerlos, hay un grupo de Facebook donde puedes contactar a alguien cercano geográficamente que puede regalarte: así fue como los obtuve yo, de hecho.
¡Yo los recomiendo 1000%!
Imagen CC tarikgore