Puede ser causa de que la princesa de Mónaco tuviera ese nombre o porque “Ángel Malo” cautivó a la audiencia televita ochentera (y, por consiguiente, también Carolina Arregui, su protagonista) pero lo cierto es que llamarse Carolina es bastante común entre veinteañeras y treintonas: todas conocemos a al menos una. Y no sé si será por el nombre, lo común que es o la época en que nacieron, pero al menos ¡todas! las que yo conozco son geniales.
Sí, porque Carolina (mujer fuerte) es el nombre de mis dos mejores amigas; mi partner inseparable de adolescencia y de varias chicas con que he trabajado. Ellas tienen en común su encanto, simpatía, inteligencia y lo irresistibles que son como amigas, haciéndose querer de manera instantánea.
Cierta vez conocí en un viaje a una Carolina. Fue mi improvisada travelmate, dado que el azar nos situó en el mismo asiento del bus. Las horas que duró el recorrido se hicieron particularmente agradables en su compañía. Conversamos, reímos e incluso me recomendó Panguipulli como destino para mis próximas vacaciones. Las hermosas fotografías que tenía en su cámara de aquel paraje fueron el argumento más convincente. Y aunque todavía no lo conozco, pretendo hacerlo pronto. ¡Estando allá, claro que la recordaré!
Hoy compartí con otra chica del mismo nombre cuando me dirigía en micro hasta Providencia. Muy simpática, fue ella quien me habló primero e hizo el trayecto más ameno y divertido. Ciertamente, era increíble su encanto: demasiado amigable y entretenida. Conocerla me hizo el día, ja.
En fin, no sé si será coincidencia o que definitivamente las Carolinas rules. Al menos las que yo me he topado. Así es que, si tú tienes ese nombre, ¡me caes bien!
Ustedes, ¿qué creen? ¿Habrá características comunes entre las personas llamadas de la misma forma (en este caso, lo simpáticas y livianitas)?
Foto CC vía Flickr (Merixon)