Las que somos mamás, sabemos que pocas cosas hay más preocupantes que el hecho de que un hijo no quiera comer. Planificamos diversas estrategias con tal de estimular su apetito, desde suprimir toda golosina o refrigerio entre comidas hasta el clásico juego del “avioncito” (o su versión emocionalmente chantajista: “una por papá, otra por mamá”). Pero, hay días en que ¡nada! da resultado. El problema comienza cuando éstos se transforman en una constante.
Sí, porque todo propende a que caigamos en la más absoluta desesperación. Nos planteamos adaptar el menú a sus requerimientos, pero resulta que ¡nada le apetece! No hay delicia que podamos ofrecerle que le resulte gastronómicamente atractiva. Y mientras, nuestros cercanos insisten en que la alimentación “es fundamental en su etapa de desarrollo”.
En estos casos, la psicóloga Varinia Signorelli nos recomienda diferenciar si la falta de apetito es sólo un mal hábito o se debe a que está enfermo. Si además de negarse a comer, tu niño no quiere jugar, se nota decaído, está molesto y llora sin razón aparente, deberás consultar con su pediatra a la brevedad. Si por el contrario, no presenta ninguno de estos síntomas, entonces puedes quedarte tranquila. Y, en caso de que amigos o familiares te alarmen diciendo que “algo no está bien”, señalarles que tu tesoro recién está formando sus hábitos alimenticios (que parten a los 6 meses) y que esperarás con calma a que éstos se consoliden. ¡Ojo, que esto último es fundamental!, ya que si insistes o “extorsionas” a tu bebé le generarás ansiedad, la que sí podría conducirle a algún trastorno alimenticio en el futuro.
Es importante entonces, acompañarle con cariño y paciencia en esta etapa, sin perder la cordura ante su inapetencia. Puedes ayudarte estableciendo una rutina, con horarios y lugares que sean comunes a la hora de la comida. La creatividad también dará buenos resultados: puedes presentarle el plato de manera entretenida y, acompañándote con canciones, hacer de su alimentación ¡toda una fiesta!. Es menester que te muestres alegre y ojalá comas con él, para que esta instancia sea algo que compartan. Y aquello de suprimir manjares entre comidas ¡está muy bien hecho!, así es que sigue ejecutándolo.
Debes tener en cuenta además, que a veces la falta de apetito se produce por déficit de alguna vitamina o mineral (hierro o zinc); por lo que, si a pesar de haber seguido estos consejos el problema persiste, no dudes en tomar una hora con el pediatra. Probablemente prescriba algún suplemento alimenticio que le ayude a contrarrestar dicha carencia.
Y mientras, ¡a seguir disfrutando la gran experiencia de ser madres!
Foto CC vía Flickr (bluelephant)