Hace poco me di cuenta que en vez de haber estudiado periodismo, debería haber estudiado algo relacionado con el protocolo, sobre todo a la hora de poner la mesa. Si hay algo que últimamente me está molestando es que la mesa esté mal puesta; los servicios por cualquier lado, las servilletas en su envase, los vasos desiguales, la ensalada en una fuente que no sea de ensalada, etc. Me pongo como loca y comienzo a cambiar todo, aunque tenga que hacerlo de nuevo.
Lo peor es que me pasa cuando alguien más pone la mesa (claro si la pongo yo, sé como me gusta que vaya todo). Entonces, ¿qué sucede? Mi hermana o mi mamá ponen la mesa, yo echo un vistazo de reojo y si veo que hay algo mal dispuesto voy y lo arreglo. Si es necesario cambio vasos, servicios, doblo las servilletas, sirvo el vino en una jarra, etc. El punto es que mi mamá o mi hermana me miran como queriendo matarme. "Qué le pasa a esta niñita", deben pensar. (En realidad no me cabe la menor duda, jajajá).
Si hay vino, deben haber copas, nada de vasos. Las botellas son inaceptables sobre la mesa (la de bebida la escondo a un costado por debajo), los servicios deben ir en orden: cuchillo-tenedor-cuchara al lado derecho (quizás ni siquiera es lo correcto, pero es como a mí me gusta), una servilleta por cabeza y las demás se devuelven a la cocina, no deben haber migas en la panera y las ensaladas deben tener sus cucharas para ensalada, nada de otra cucharas. ¿Estaré siendo demasiado estricta?
Como si esta fuera poco, se me paran los pelos de ver si los individuales están al revés o se les ven las etiquetas. ¡Uf! mejor arrancar.
No sé por qué le doy tanta importancia, ya que finalmente el despelote es inevitable y queda todo patas para arriba.
Y a ustedes, ¿cómo les gusta poner la mesa? Díganme que no soy la única exagerada.
Imagen CC Javier Lastras