¡A veces es tan complejo hablar de la muerte! El simple término nos lleva a plantearnos nuestras posturas, las que a su vez se enfrentan con lo que creemos, aquello que pensamos o nuestro sentir respecto al tema. Pero si en algo podemos estar de acuerdo, es que obviando los medios, la donación de órganos siempre nos lleva a la vida.
Soy de las que creen en la vida después de la muerte; las escrituras - de la religión que sea - no hablan de un mandato que prohíba la donación y mucho menos de uno que la avale, por lo que hasta el momento es una decisión propia de cada creyente. Ahora, para los excépticos, quizás el tema pueda ser más simple, pero siempre será algo necesario de conversar, dado que finalmente son nuestros familiares los que tienen la última palabra frente a esto. Mi marido es reacio a este tipo de cosas y antes yo también lo era, hasta que viví de cerca una situación que amplió mi visión.
Hace algunos años, la sobrina de una compañera de trabajo tuvo un fuerte dolor de estómago; fue a la clínica y los primeros diagnósticos no fueron concluyentes. Pero con el correr de los días, la situación se agravó de tal forma que al momento de descubrir qué enfermedad la aquejaba sus órganos internos no estaban en condiciones de recibir tratamiento. La noticia fue terrible; mi compañera lloraba toda la jornada y nadie podía ayudarla. La apoyamos creyendo en un milagro, pero esto siempre significaría que apareciera un donante. Era la vida o la muerte de una joven de 23 años, que vivía sola, estudiaba y era excelente en todo lo que hacía, pero la necesidad no vio años, inteligencia o sueños: ella necesitaba un órgano.
La familia hizo una gran campaña, salieron en TV, radio y en todo medio posible. Yo misma apoyé la campaña y eso me llevó a aprender del tema aceptando la posibilidad de donar cuando mi momento llegue. Mi marido aún no está de acuerdo, pero yo prefiero donar parte de mí para que otro siga viviendo. Conforme a mis creencias, pienso que mi alma no corre peligro y es - racionalmente - lo mejor que puedo hacer.
La sobrina de mi amiga recibió el órgano. Fue compatible y hoy vive. Los procesos anexos a su recuperación son lentos, pero ella sigue con quienes la aman. Verlos felices alienta mi opción.
Y tú, ¿eres donante?, ¿lo serias? Toda opción es respetable.
Imagen CC José Antonio Tovar