Aunque muchos no lo crean, yo no soy un ratón de biblioteca. Me gusta mucho leer, pero también hago otras cosas. Ahora, si quieres ir a la segura con un regalo para mí, no habrá nada mejor que un libro con olor a nuevo.
Cuando estudiaba me pasaba con los cuadernos: no importa de qué marca fuesen, yo se los pedía al vendedor para olerlos, los abría por la mitad y los olfateaba sin disimulo. Si tenían ese rico aroma a nuevo los compraba. Odiaba esos con olor a pegamento o a espiral con óxido. Me daban la impresión de estar viejos o con humedad.
Mi marido lo sabe bien: cada vez que me regala un libro me pide que lo huela, y disfruta al ver mi cara de felicidad. Los libros son como las personas, a veces los juzgamos por su tapa o apariencia, pero es su aroma lo que nos hace saber cómo son en verdad: dulces, limpios, preocupados o sencillos. Un libro que huele bien siempre será uno que vale la pena leer.
Lo mejor es que este aroma tan particular también se encuentra en otros objetos, como las revistas, las cajas de té, las toallitas humectantes, etc
¿Algún olor raro que te fascine?
Imagen CC: Cueva2008