Una vez escuché a una amiga decir que los niños con Síndrome de Down tenían una energía distinta, pero jamás había tenido la oportunidad de hablar con uno de ellos. Ahora último he estado pasando por un supermercado y vi a uno como empacador. Fue extraño, pero desde un comienzo sentí ganas de interactuar con él, hasta que la anhelada conversación de dio de forma natural y sin querer.
Uno de estos días me senté en una de las banquitas del super y él se acomodó a mi lado para almorzar. ¡Un pancito y una Coca Cola grande! Eso fue todo lo que comió. Estaba que le iba a comprar otra cosa, pero recién lo venía conociendo.
Nos observamos durante un largo rato, pero ninguno se atrevía a decir nada, hasta que estornudé y él dijo "¡Resfrío!" "¡Sí!", contesté sonriendo y comenzamos a conversar. Nunca pensé que me iba a sentir tan a gusto con uno de estos niños y su mirada ¡Si, sus ojos son muy especiales!
Álex tiene unos 20 años. Me contó que trabajaba hasta tarde, de lunes a viernes en el supermercado. Señaló que le encantaba su trabajo, porque la gente le daba propina. ¡La verdad es que eso me llegó al alma! Ver a alguien tan agradecido de la vida que le ha tocado, mientras a veces nosotros nos quejamos de llenos.
Mientras lo escuchaba me invadió una energía muy positiva y mucha paz. Lo más increíble fue que hasta me dio consejos y me habló de Dios. ¡Sin duda, son seres muy lindos! y me di cuenta que mi amiga tenía razón con lo que comentó aquella vez.
Pienso que a veces perdemos el rumbo y nos olvidamos de cuáles son las cosas por las que realmente vivir vale la pena Las perdemos de vista por perseguir distractores, pero qué bonito que personas como estos chicos - que percibo como una suerte de ángeles - estén para ayudarnos a recordarlas. Ciertamente, hablar con él fue para mí un re-descubrimiento. ¡Y una sorpresa bellísima!
Y tú, ¿vives la bendición de tener cerca a uno de ellos?
Imagen CC Peregrino Will Reign