Aunque estoy a favor de la igualdad de género, creo que también es entretenido que ese muchacho se la juegue invitándote alguna vez. No importa si es a un concierto en primera fila o a comer un completo del carrito de la esquina, la cosa es que en la invitación se note el interés de regalonear. De todos modos el paguemos a medias o la invitación que corre por mi cuenta no me espanta ni me molesta.
El problema se suscita cuando - desde esa primera invitación - aparecen otras diez en las que tienes que pagar absolutamente todo. Se entiende: Hay veces en que tampoco tuviste plata y que entre todos tus amigos pagaron tu entrada al cine, los copetes de un carrete o la cuota para una fiesta. Pero, ¿qué pasa cuando la cosa se perpetúa en el tiempo y peor aún, él no tiene ninguna intención de cambiarla? Mala cosa.
Recuerdo que cuando Sara me presentó a su pololo el tipo me cayó bien. Simpático, súper prendido y con ene personalidad. Fue el rey de la noche tirando tallas, contando anécdotas y pidiendo cigarros a todo el que fumaba. Después vino el copetito, rellenando el vaso a gusto, mientras tenía embelesado a su público. No hubo problema, ya que era el invitado de honor, pero cuando la cosa continuó cinco encuentros seguidos, debo decir que me empezó a molestar.
Por respeto a mi amiga no quise decir nada. Hasta que un día la ví dándole plata para el radiotaxi. Su excusa fue la infaltable “billetera que prefiere quedarse en casa”, cosa que según Sara, no pasaba jamás. Al tiempo, cuando la relación terminó aburriéndola, me confesó que esa escena era pan de cada día y que además llegó un punto en que si no era ella la que invitaba, no salían a ninguna parte porque él jamás tenía plata . ¡Pobre alma, deberíamos haber organizado una colecta!.
La cosa es que esa relación duró lo que tenía que durar y hoy mi amiga vive feliz, con una billetera bastante más saludable que en ese entonces. En cuanto al tipo en cuestión, el otro día me lo encontré en una fiesta, casualmente acompañando a otra amiga. Nuevamente fumó, tomó y viajó en taxi gratis. ¡Nada que hacer!
Imagen CC: l@mie