He vivido casi toda mi vida en edificios y casi siempre en el último piso, a excepción de algunas veces que viví en casa. Pero después de 25 largos años de vida es ahora que vengo a experimentar lo incómodo de tener vecinos desagradables, de esos que no les interesa la hora ni el día y martillan como si no hubiese mañana, o mi vecina que decide usar tacos en vez de pantuflas y anda con ellos hasta altas horas de la noche, obligándonos a escuchar su insoportable “tac, tac, tac” por todo el departamento.
Hace un poco más de dos años, con mi familia decidimos mudarnos a un tranquilo condominio en Lo Barnechea. Tiene una vista maravillosa, hace frío y cuando en Santiago Centro llueve, en mi casa está nevando. Hay cerros verdes por todos lados, estoy a 5 minutos del Santuario de la Naturaleza, el departamento es amplio y los vecinos son un amor. El conserje está siempre atento y nunca pasa nada, es como vivir fuera de Santiago, sin tacos- de tráfico-, ni ruidos de micros, con sirenas de vehículos de emergencia de vez en cuando y con el sonido del río Mapocho durante las noches. Es perfecto.
O era perfecto, porque hace algunos meses se mudó una familia del norte al departamento que está sobre el mío. Son un matrimonio relativamente joven con una hija como de mi edad que aparentemente no estudia ni trabaja. Ellos viajan de vez en cuando a Santiago ya que sus empresas están en Calama, pero la hija siempre se queda y siempre que está sola pasa algo.
Hace un par de semanas, a eso de las 3am, yo estaba durmiendo -obvio- porque tenía una mega prueba en la Universidad y todo era paz y tranquilidad hasta que sentí golpes en la puerta, no un “toc-toc” si no golpes de oso mutante convertido en el Hulk de los osos que quería echar la puerta vecina abajo. Me desperté asustada y paré oreja: Era el pololo o ex pololo de mi vecina que venía muy molesto y empezó a gritarle y a decirle cuanto insulto se le pasó por la mente. Cerraron la puerta de un sólido portazo y la pelea siguió por todo su departamento. Mi mamá se asustó y llamó a Carabineros, pero cuando llegaron Hulk destroza puertas ya se había ido. Aquí entre nosotras, creo que la vecina había engañado a Hulk y él se enteró, atroz.
En otra ocasión, mi vecina decidió hacer un carrete… un mega carrete. Empezaron a eso de las 6 de la tarde del viernes y según la ley de edificios está permitido mantener una reunión social con música a nivel moderado hasta las 2am. Pero eran las 2, las 3 las 4 y el carrete seguía siendo mega. A las 6 de la mañana mi conserje subió a pedir que por favor terminaran la fiesta o que bajaran el volumen de la música –esto lo había hecho todas las horas que nombré, pero sin resultado- y lo logró. Hubo paz y tranquilidad… hasta las 7am.
Mientras yo estaba en mi 7mo sueño, una desagradable bachata me despertó y no lo podía creer ¡el carrete había vuelto en gloria y majestad! Y siguió así hasta las 6pm de ese estrepitoso sábado.
Mi vecina se ha transformado en un ente absolutamente desagradable y con cero respeto por el resto de la comunidad del condominio. Y podría pasarme el resto de esta semana contándoles sus desubicaciones y carretes masivos en el condominio. Ya nada sirve contra ella porque se ha vuelto un bicho duro de matar y ni con llamadas a Carabineros logramos calmar su sed de ruido.
Y ustedes ¿tienen vecinos así de desagradables?
Imagen CC: Bark