"¿Dónde está mi shampoo? ¿mi jabón? ¡Quiero una ducha grande ahora ya!".
Esto es lo que sucede cuando nuestra ducha es pequeñita, lo que puede convertir el baño diario en una verdadera ¡tortura!. Y claro, porque en los nuevos departamentos, este espacio es un cuadrado donde apenas caben nuestros pies y ¡hasta se nos pierden!.
Créanme que para cumplir la rutina de limpieza, hay que seguir religiosamente un ritual, fijándonos dónde quedaron nuestros productos para no jugar luego a las adivinanzas de dónde fueron a parar. Porque si nos movemos un centímetro más ¡queda la mansa ni que embarrada! El espacio con que contamos es tan reducido que tenemos que tener todo ¡fríamente calculado!, como diría el Chapulín.
¿Se imaginan para lavarse el pelo? Nos damos vuelta para un lado y otro, chocando como si estuviéramos en Fantasilandia. ¡Complicada la cosa, eh! Debemos hacer verdaderas piruetas cuando nos topamos con estas mini duchas, que se pueden ver muy lindas por fuera, pero una vez dentro querremos salir corriendo lo antes posible.
¡Y ni pensar en bañarnos con una pareja! Si chocamos con nosotras mismas ya me imagino; aunque bueno, si quieren estar ultra pegadas con esa persona podría ser el lugar ideal, jaja.
En lo personal, me encontré en un lugar así de reducido y para peor ¡el agua alternaba entre salir caliente y fría! Era tan chiquito el espacio que incluso el forro de la cortina se pegaba en mi piel. No me olvidaré de todo el show para bañarme en ese lugar. ¡Nunca más!
Y alguna de ustedes ¿se ha encontrado en una situación así de incomoda y al mismo tiempo, chistosa?
Imagen CC Fuchsia Foot