No me había dado cuenta hasta que un día se me ocurrió irme de farra un martes. Me las di de estrella y pasé de largo. Un rato antes de mi entrada al trabajo pasé a mi casa, inyecté café en mis venas, tomé mi bicicleta y partí a mi rutina. Debo decir que menos mal que esa noche no se me pasaron las copas. Entre risa y risa me dieron las tantas y me olvidé de mi faceta responsable y trabajólica.
Llegue a la oficina, hice mis cosas de manera normal hasta que pasadas las 12 del día me entró un sueño de esos que te abrazan y consiguen asfixiarte. No quería nada más que ir a mi casa a dormir y no despertar luego de tres días. Fue ahí cuando me di cuenta: estos 25 me tienen totalmente atrapada, en mi vida, en mis deberes y en mis quehaceres diarios. Mi época universitaria de super heroína ya no está conmigo; ahora valoro mi “sueño” y mi descanso, no permitiendo que nadie se meta con ellos.
De ahí comencé a meditar sobre lo que he logrado: notar que vivir sola ahora es pura independencia y ya no es tan terrible visitar tiendas de decoración para mirar qué podría caber en mi departamento. Ya asumí que si no me muevo para ir al super, no como, o bien, termino pidiendo comida a casa cada tarde y fin de semana (lo que a largo plazo les recomiendo no hacer).
Me apena un poco pagar todas esas cuentas que se acumulan en la casilla: celular, luz, agua, gastos comunes, entre otros que es imposible que se dejen pasar, pero que son parte de la vida de adulto.
La verdad es que no me complica, es sólo que es fuerte ver como uno pasa de estar en el regazo materno a valerse por sí misma en un abrir y cerrar de ojos. Ahora todo se valora un 110% y me gusta. Me agrada saber que lo que está en mi casa es debido a mi esfuerzo y que si quiero salir con mi pololo o amigas puedo gastar más de la cuenta y no pasa nada. Acepto con los brazos abiertos la satisfacción que se siente el poder “presumir” de los éxitos y aprender de los fracasos. Quiero seguir así; hacerme vieja con mi gente y seguir consiguiendo cosas. No me importan las arrugas ni las canas, de ellas vienen buenos recuerdos y hay que aceptarlos.
¿Qué opinas?
Imagen CC Sweet Carolina Photography