¡Ahh, está temblando! ¡La locura, la locura! jaja, y a todos se les colocan los pelos de punta y se vuelven medios locos, ¡pero de miedo, claro!, ya que es imposible que este fenómeno de la naturaleza pase inadvertido.
El problema es cuando alguien se queda de lo más tranquilo y más encima se ríe cuando tiembla, se sirve un vaso de bebida y sigue escuchando música o cantando a todo volumen.
Me tildarán de loca, pero soy una de esas, jaja, y sí, lo reconozco: ¡me gustan los temblores! Y es que me provocan una mezcla tan rara de sensaciones que ni yo sé cómo explicar.
¡Pero no piensen que siempre ha sido así, eh!. Cuando fue el terremoto del 2010, me encontraba en una parcela y ¡ahí si que me dio miedo! Creo que fue tanto el susto que luego se me pasó para siempre. ¡Qué cosas!, ¿no? Ahora hasta los disfruto. De hecho, cuando comienza a temblar me dan más ganas de hacer cosas y a ratos me quedo quieta poco menos pensando que voy en una tabla haciendo surf. ¡Lo encuentro genial!
Sentir que te mueves de un lado para otro como si estuvieras en el mar o en el barco pirata de Fantasilandia, no es cosa de todos los días. O sentirte una especie de súper heroina con capa e imaginarte las mil aventuras que pasas en esos minutos en que se mueve el piso.
Obviamente no soy una persona sin sentimientos y me da una pena enorme lo que pasa con la gente que pierde sus casas - como ocurrió ahora en el norte -, pero no puedo evitar lo que me sucede con estas 'movidas de piso'. ¡La adrenalina!, eso debe ser: sentir cosas extremas y saber que aunque da algo de temor, al mismo tiempo provoca algo agradable
Siempre han dicho que los temblores mueven energías y siento que en mí remueven todo. De una u otra forma me cambian los esquemas; en el fondo siento que ¡hasta me estabilizan!.
Y por estos lados ¿alguien comparte mi locura por los temblores?