Si, somos unas locas, y cómo no serlo en un mundo como en el que vivimos. Nos levantamos con pocas ganas, se nos hace eterna la tarde y llegamos muertas a la casa, pero no todo es estrés, en todo momento podemos tener cerca ese exquisito, relajante y reconfortante aroma a té.
El desayuno es la comida principal, pero lejos de tener esos extravagantes jugos de frutas tropicales, gran parte de nosotros inicia su día laboral con un café o con una taza grande de té. Por eso cada mañana preparo mi té verde con aroma a limón en un vaso de 500 mil, su aroma se expande por la oficina y su calor me despierta y me anima.
A eso del mediodía, cuando ya estoy saturada de las reuniones urgentes, los correos eternos y ya ha bajado a la mitad la ruma de cosas del día, me preparo otro, pero esta vez uno que me relaje: te de naranjas y mandarinas, su aroma fresco me calma y su dulzura es un renuevo para mis sentidos, me siento descansada y poco a poco mi apetito se abre para el almuerzo.
Luego de la comida, viene la conversación y unos minutos de relajo, momento preciso en que nos viene un sueño profundo y estamos a punto de caer sobre el escritorio, para amenizar, busco mis bolsitas de Berrys y frutos rojos, las sumerjo e inhalo profundamente su aroma a bosque, a pasto mojado, a paseo de domingo. El aroma más exquisito que un té podría tener. Lo huelo una y otra vez hasta que su aroma se va y me permito otra taza antes de que acabe mi día laboral.
Por la noche, ya con ropa más liviana, y con todo preparado para el día siguiente, espero a mi marido bebiendo unas infusiones de menta, manzanilla y melisa, no hay mejor amigas que esas tres, todas diversas en aromas fuertes y distintos, se mezclan como avisándote que el día aún no termina pero que pronto podrás descansar. Su olor cálido envuelve mi nariz y le quita el frio a la noche y le come horas a la espera.
Un viaje de aromas, experiencias respiratorias que no tiene por qué terminar; inhalar el aroma en las tazas de té en su gran variedad y mezclas han despertado nuestros sentidos a nuevas locuras, entre ellas el amor al olor a té.