Muchas veces me han preguntado si hay algo que no le perdonaría a una mujer y, siempre, la respuesta es una sola: la infidelidad. Y soy taxativo porque es un error que nunca he cometido ni cometeré. No lo hice cuando era chico, inmaduro y bueno para el leseo, ¿por qué lo haría ahora?
Recapitulando un poco, les comentaré que tuve una época en la que fui bastante "picaflor", pero jamás me comprometí ni pololeé. Nunca generé falsas expectativas ni engañe a nadie. Entre tercero medio y primer año de universidad, mi slogan de batalla fue siempre "soy soltero y hago lo que quiero", pero aún así, tenía mis límites. No quería herir a alguien, ni salir herido. De hecho, les contaré una historia que me sucedió en primer año de la U, para que entiendan que no son sólo bravatas, sino la realidad (aún en situaciones bastante extremas).
Nos situaremos en el contexto, fines del siglo XX, Mi primer año de universidad y era el mes de agosto. Ya había pasado todas las solemnes invicto, sin rojos, por lo que veía el panorama auspicioso. Y llegó una chica guapísima, a la que llamaré Buffy, por su parecido con la protagonista de dicha serie, Sarah Michelle Gellar. Mi mejor amigo y yo quedamos de una pieza; la encontramos guapa y para colmo, llegó a nuestro curso. Ni cortos ni perezosos, ambos galanes salimos a su encuentro, nos hicimos amigos de ella y quedamos de acuerdo en que si mostraba algún interés extra por alguno de los dos, el otro caballerosamente se haría a un lado. Así fue. al poco tiempo Buffy se puso a pololear con mi amigo y todo siguió sin problemas. Seguí siendo un buen amigo, pero esta vez de ambos.
El tema es que tiempo después, terminaron. Duraron como 4 meses. Estábamos en época de exámenes finales y como la chica en cuestión vivía cerca mío, siempre nos juntábamos a estudiar. A los pocos días, debíamos rendir una prueba muy difícil y me invitó a quedarme en su casa el día anterior, para que nos interrogáramos mutuamente. Estábamos dispuestos a amanecernos, porque era mucha materia y a eso de las 4 de la mañana me dice: "Alonso, debo hablar contigo. Desde el principio me gustaste, pero nunca te diste cuenta. Quiero que iniciemos una relación porque eres una persona especial para mí". ¡Quedé helado! Ella estaba dispuesta a todo porque estuviéramos juntos y, en ese momento, tenía todas las condiciones para hacerlo. Estaba soltero, ella también, pero.... no podía "jugarle chueco" a mi mejor amigo. Se lo hice ver y me entendió. Sí debo reconocer que la parte carnal me insinuó bastante a "dar el paso", el diablito pasó por mi mente: "¿y si la hago? total, ¡nadie se enterará!". Pero mi conciencia pudo más.
Ella estuvo dispuesta incluso a hablar con él, contarle todo y quizás lo habría entendido. Pero le dije que no. Le confesé que cuando llegó, tanto a mi amigo como a mí nos llamó la atención su belleza, su desplante. También le hablé de nuestro acuerdo de caballeros. Para mí el tiempo había pasado y ella se transformó en una amiga muy especial. Preferí seguir contando con ese vínculo y mi conciencia tranquila.
Al tiempo después, conocí a quien fue mi primera polola y paralelamente descubrí que mi vocación estaba en el periodismo. Finalmente, cambié de carrera y universidad. Me fui con el gran abrazo de mis amigos, y lo más importante: la conciencia tranquila.
Por eso es que aún teniendo todas las tentaciones y las ocasiones para hacerlo, nunca he sido infiel ni desleal. Por lo mismo es algo que tampoco perdonaría. Traicionar la confianza de la persona con quien estás debe ser terrible, tanto como si hubiese engañado a mi mejor amigo. Si ya no estás a gusto con tu pareja, termina. No mires para el lado con temor a ser descubierta. Quédate sola y mira en 360° tranquila, con la posibilidad de hacer lo que quieras. Un consejo que te doy con mucho cariño.