Desde pequeña que me carga ordenar. Recuerdo a mi mamá retándome porque mis juguetes estaban tirados por toda la casa. Aún así, yo no le hacía caso. Y a pesar de que no era cuidadosa con ellos, sabía exactamente cuántos y cuáles eran.
Una vez al mes hacía algo así como un “conteo” y, cuando alguno desaparecía, sabía con exactitud que mi hermana menor lo había tomado sin mi permiso. ¡Y es que ser desordenada no significa ser descuidada! Este detalle en mi forma de ser ha durado hasta el día de hoy, y se ha transformado en una de mis cosas de loca.
Si entras en mi habitación, verás un montón con todos mis zapatos, una silla con abundante ropa sucia y mi escritorio lleno de papeles y objetos personales. Lo primero que pensarás será cómo puedo vivir en semejante desorden y, lo segundo, es que es imposible que yo sepa dónde están, exactamente, las llaves de mi casa.
Pero lo más loco de todo es que ¡sí lo sé! Aunque parezca difícil de creer, mi desorden es mi orden. Si bien dejo todo tirado en cualquier lado, recuerdo exactamente dónde lo tiré.
Para mí es terrible (y espero no ser la única que sufre con esto) cuando alguien (generalmente mi madre que no aguanta mi chiquero) entra en mi pieza y “la ordena”. ¡Oh no! Mi corazón se detiene y entro en pánico. Luego viene la furia y, finalmente, la resignación.
¿Dónde está mi polera favorita? ¿Y mi agenda? ¿Y esa cuenta que vencía hoy? ¡Porqué se meten en mi pieza! Creen que me hacen un favor, pero después tengo que estar horas buscando “esa cosa” que dejé “en ese lugar”. ¡Un horror!
Y tú, ¿qué opinas? ¿Estaré muy loca?