Sucedió durante mis vacaciones. Esperé todo el año para nadar sin parar y al fin llegó el momento de hacerlo. ¡La piscina llegó a mí en todo su esplendor! y disponía de la tarde completa para disfrutar de su frescura.
El tema es que nunca aprendí a nadar como el común de los mortales. Lo que hago es aguantar la respiración lo más que da, bracear y avanzar a través del agua, para luego salir a tomar aire. Por demás, tampoco miro bajo la piscina de no contar con unos buenos lentes. Como no era el caso, simplemente cerré los ojos y disfruté.
Jamás había tenido un percance acuático y por lo mismo, carecía de temor. Eso, hasta que - sin querer y nadando a ciegas - me encontré cruzando los 2 metros de profundidad.
Cuando me percaté, procuré mantener la calma y salir a flote, o al menos alejarme del “peligro” nadando como sé. Sin embargo, ya había aguantado el aire suficiente tiempo como para concretar dicha idea. No me quedaba ni una gota. Fue entonces que empecé a ahogarme. Recuerdo intentar aletear desesperada, no para pedir ayuda - porque no había salvavidas y la concurrencia se limitó a mirarme, entretenida -, sino para tratar de devolverme al metro y medio. Fue en vano. Comencé a tragar agua y hundirme.
Repentinamente, alguien me ayudó a alcanzar el borde y poder recuperar el aliento. Pero no, no era ningún veraneante adulto y solidario, sino mi hijo adolescente. Mientras lo miraba, agradecida y orgullosa de él, me situé en el contexto, mirando alrededor. Todos continuaban viéndome y el espectáculo parecía haber sido bastante interesante. Ahí, ¡morí de vergüenza de haberme ahogado en una piscina pequeña!. Por supuesto, expliqué que estaba bien - aunque dudo que le importara a alguien más - y que me vino un calambre (jamás admitiría las absurdas circunstancias en que me vi sumergida).
Sobre la experiencia, sólo puedo decir que fue intensa y agobiante. No es algo que desee volver a repetir, aún con lo cual seguiré nadando -cosa que amo hacer - pero esta vez adquiriendo la técnica correcta. ¡Quizás mi hijo se anima y me enseña!