No hay dudas que el amor hace que la gente haga cosas estúpidas y no estoy hablando casarse, sino de cosas que sólo una persona muy cegada puede hacer. Por supuesto, por el bien ponderado amor.
Tal como lo relatado por el colombiano Gabriel García Márquez en su novela “El amor en los tiempos del cólera” o como los 26 autos que robó el hispano Antonio Moreno para poder ir a ver a su novia a Los Ángeles, EE.UU.
Eso sí, creo que el grado de estupidez está íntimamente ligado al progreso del sentimiento. Por ejemplo, al principio pasan cosas como llenar su auto de peluches. Ir a verlo a su partido de fútbol con menos cinco grados y estar con tremenda sonrisa haciéndole barra. Parar en todos los semáforos a tirarle besos, por ir en autos distintos; o escribirle en todas las hojas de su cuaderno “gordi te amo”.
Con el paso del tiempo la mongolidad puede llegar a casos más avanzados como tatuarse el nombre de la persona a lo Maura Rivera o colocar una pancarta con un “te quiero” fuera de su casa. También, graffitear su nombre y el tuyo en la calle. Contratar a un síquico que prepare un conjuro de amor eterno. Viajar a otro país sólo por el fin de semana o andar escalando edificios a lo chica Yingo como Maite Orsini y Carolina Mestrovic.
Se ha dicho, se ha oído y se ha especulado sobre los efectos nocivos del amor en las personas, pero creo que es un hecho que el amor te vuelve idiota (y no le echemos la culpa a la edad).
Sacrificios por amor, sí. Estupideces no. No necesitamos renunciar al juicio por un ser amado. Tranquilidad y cordura ante todo. Amar es dar, pero también recibir. ¡Si quisiésemos dar sin recibir nada a cambio, no seríamos mujeres, sino una ONG! Por eso, dignidad y sensatez siempre.