No sé si me pasa sólo a mí o si el susto a subirse a la balanza es un síndrome generalizado que las mujeres heredamos de épocas anteriores.
A pesar de que estoy a dieta hace casi dos meses, aún no desaparece el miedo que le tengo a la pesa. ¡Le temo! Los resultados nunca son los esperados.
No sé ustedes, pero yo jamás me he subido a una pensando positivo. Si me propongo estar en 55 kilos y de verdad llegué a eso, pienso que debería haber alcanzado los 53. Olvídense si peso más ¡arranquen! No hay consuelo que exista para una mujer que pesa más de lo esperado. Además del mal rato, trato de justificarme: que la ropa, que comí hace muy poco rato, que sólo ese día tomé 2 litros de agua. ¡Un horror!
Ni siquiera ahora que estoy notoriamente más flaca, me subo a la pesa tranquila. Ayer puse una vez más a prueba mi paciencia y mi lucidez, y me emprendí en la terrible aventura de la balanza. ¿Imaginan cómo terminó, cierto? Sólo les adelantaré que cené un vaso de leche descremada y un par de láminas de jamón de pavo.
Reconozco que tengo un problema con la pesa, ¿soy sólo yo o a ustedes también les pasa?